jueves, 1 de febrero de 2024

DON MANUEL SAGRISTA Y NADAL



Desde su retrato conservado en San Andrés, camino de la Sala de Cabildos, don Manuel Sagrista y Nadal nos contempla desde la lejanía de su tiempo. Sedente, bien derecho, con el gesto serio y la mirada escrutadora del que sabe mucho de cuentas, negocios y política. Sostiene un papel en el que aparecen escritas las palabras “Por mi Dios, mi Rey y mi Patria”. De su condición de católico poco tenemos que decir pues más que probada está. De su filiación monárquica sí podemos matizar algunos detalles que consideramos de importancia. ¿A qué rey se refería don Manuel? , ¿a cuál rendía su fidelidad de buen vasallo?, ¿era quizás Fernando VII bajo cuyo reinado vivió su juventud?. No lo creemos. ¿ O era Don Carlos María Isidro?. Es evidente que, de acuerdo con lo escrito en dicha nota, debemos excluir a Isabel II.

Conocemos algunos datos de la biografía de don Manuel Sagrista y Nadal gracias a la semblanza publicada en Siempre, en el último trimestre de 1994. Nació en 1794 en Manresa, en una familia entre hidalga y burguesa. Pensamos que don Manuel tenía madera de tradicionalista, de gran reaccionario, tanto por su origen manresano, en cuya comarca eran muchos los que, cargados de agravios, querían coronar al infante Don Carlos María Isidro antes de la muerte de Fernando VII, como por su formación en Francia, todavía napoleónica o recién salida del Imperio, donde los realistas eran legión. No nos resulta, por tanto, extraño el lema que aparece en su retrato, ni que al llegar al poder don Baldomero Espartero en 1840, fuese perseguido y depurado por sus posiciones políticas. No fue la única ocasión en que don Manuel soportó la incierta situación de la cesantía. Estamos seguros que sus recursos y agencias le permitirían salir adelante, con mayor o menor soltura. Estaba, además, bien integrado en la burguesía giennense, por su matrimonio con doña Florentina de Bonilla y Salido, y contaba con buenas relaciones dentro y fuera de España gracias a su compañía, domiciliada en la calle Llana, número 13.

Don Manuel Sagrista estuvo por tanto situado entre el moderantismo más tradicionalista y el carlismo al que al final se adhirió. Fue apoderado de La España, que daba voz al duque de Riánsares, intrigante a más no poder y marido de Doña María Cristina, donde escribieron Donoso Cortés y nuestro Muñoz Garnica al que por fuerza conoció don Manuel.  Además, a mediados de la década de los cuarenta, velaba en Jaén por los intereses de La Esperanza, periódico católico monárquico que con el tiempo se convertiría en uno de los principales órganos de expresión del legitimismo. Es posible que don Manuel se aferrase a la Causa, sin perjuicio de sus antecedentes familiares, por considerarla el último recurso frente a la revolución. No fue caso raro e infrecuente en el moderantismo más conservador. Más adelante, ya en 1870, y al borde del levantamiento armado de los carlistas, encontramos, como miembro de la Junta Católico Monárquica de Jaén, a don José Sagrista. Creemos que puede tratarse de su hijo.

En la semblanza publicada en nuestro boletín en 1994,  consta que ingresó en la Santa Capilla en 1820. Fue miembro de su parentela,  gobernador en 1854, 1857 y 1858 y administrador entre 1860 y 1864. Siempre será recordado, con toda justicia, por librar a la Santa Capilla de San Andrés de los rigores desamortizadores. Este proceso ha sido estudiado con todo rigor por doña María Amparo López Arandia. Don Manuel, hombre muy fogueado, de gran experiencia en cuestiones contables y administrativas, supo defender con sagacidad y razones los intereses de la Institución. En las negociaciones con la Administración, y en concreto en la reunión del 31 de enero de 1857, estuvo presente don Enrique Antonio Berro y Román, administrador de Hacienda Pública y destacado moderado que, años antes, compartió con Sagrista y Nadal las persecuciones esparteristas. Sería interesante conocer hasta qué punto pudo influir esta vieja relación -una más en la política isabelina en Jaén- en la decisión de dejar en paz a la Santa Capilla. Por cierto los dos, don Manuel y don Enrique, murieron en 1870. Un asunto mucho más serio que las intrigas y censantías padecidas. De las opiniones de don José Sagrista y Nadal respecto a los procesos desamortizadores nos ocuparemos, si Dios quiere, en otra ocasión.

(Ángel Aponte Marín, Siempre, Santa Capilla de San Andrés, núm. 5, junio de 2021)


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