miércoles, 20 de abril de 2016

LAS CREDENCIALES DEL SANGRADOR (1730)

La asistencia sanitaria en la España del Antiguo Régimen era insuficiente y precaria. En la mayoría de los casos los españoles se ponían en manos de cirujanos, sangradores y barberos, cuando no de saludadores que santiguaban a los pobres pacientes. El cura de Cedeira en 1798, según recoge don Antonio Domínguez Ortiz, denunciaba que "se hallan por estas aldeas bárbaros sangradores, bárbaros y rústicos, que en vez de curar matan a cuanto pobre enfermo se pone en sus manos". No sé si era el caso de un individuo llamado Cristóbal Alejandro que, el 13 de mayo de 1730, presentó ante el Cabildo municipal de Jaén un título de sangrador . Al no existir fotografías en esos tiempos, el titular era identificado en el documento con algunos de sus rasgos: "es un hombre de mediana estatura con una zicatriz pequeña por cima y en medio de la zeja izquierda y otra en la primera coiuntura del dedo medio de la mano izquierda, parte de afuera." A diferencia de los médicos, los cirujanos, sangradores y boticarios no pasaban por las aulas universitarias aunque debían acreditarse y superar unos exámenes ante El Real Protomedicato y Protobarberato. En sus papeles, Cristóbal Alejandro afirmaba haber practicado "el arte de sangrador flobotoniano con maestros aprobados los quatro años que Su Magestad manda" y fue examinado "en la teoría de dicho arte cerca del conocimiento de las venas quantas quales son y en qué lugares se reporten y de los nombres de ellas y en el modo de sangrar, sajar, echar ventosas, sanguijuelas, sacar dientes y muelas". Ante las cuestiones que se le plantearon, hizo constar el escribano del Cabildo que las "respondió bien y cumplidamente".


VENTA DE AGUARDIENTE (1749)

El aguardiente era un producto de consumo general. En Jaén, a mediados del siglo XVIII, había al menos diez puestos en los que se despachaba...