jueves, 11 de agosto de 2016
INMUNDICIAS Y CARROÑAS (1795)
Durante el verano de 1795 los caballeros veinticuatro trataron, al menos en dos ocasiones, el grave problema que suponían las inmundicias y los animales muertos que se amontonaban en un callejón de la ciudad. Las numerosas casas arruinadas en los barrios más altos y en los arrabales servían como vertederos para el vecindario. El olor a podredumbre, las ratas y el temor a las infecciones marcaban el tono de la estación. Nada se hizo o se pudo hacer al respecto, o fueron ineficaces las medidas, pues en octubre del mismo año se denunciaba ante el Ayuntamiento la presencia de piaras de cerdos que campaban por sus respetos por la vía pública. No describiremos los detritus y miserias de otra naturaleza. Por la Navidad, se volvía a insistir en las basuras que se acumulaban en determinados puntos de la ciudad. Era un achaque antiguo pues he podido constatar quejas similares en distintos momentos del siglo XVII. Es cierto que la mentalidad ilustrada hizo mucho para que tanto las ciudades como las personas fuesen más pulcras pero no era cosa fácil cambiar ciertos hábitos.
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