En 1641 compareció ante Diego García de Monreal, escribano del número de Jaén, el capitán Santiago García, natural de Espinosa de los Monteros "y dijo estar enfermo que de una desgracia de aberse disparado una pistola con tres balas por don Antonio Messía Toledo, vecino de la villa de Martos que era cabo de la compañía de a caballo de la nobleça deste Reino". Es posible que se trate de la compañía que, al mando de don Alonso Vélez Anaya y Mendoza, se disponía a marchar a Cataluña, donde la Monarquía combatía contra franceses y secesionistas. El maltrecho capitán García, con sus tres balazos, perdonó y eximió de cualquier responsabilidad al autor de las heridas. En muchos casos, en las escrituras de perdón se daban versiones de los hechos debidamente mixtificadas para facilitar una compensación económica a favor de la víctima o de los familiares de ésta. No parece éste el caso, dada la condición castrense y aristocrática de las dos partes, y habría que pensar que, en efecto, la causa de las heridas fue accidental. Otra cosa habría sido si la víctima hubiese sido de menos empaque social. Volveremos sobre estas cuestiones.
jueves, 28 de abril de 2016
LAS CARGA EL DIABLO (1641)
En 1641 compareció ante Diego García de Monreal, escribano del número de Jaén, el capitán Santiago García, natural de Espinosa de los Monteros "y dijo estar enfermo que de una desgracia de aberse disparado una pistola con tres balas por don Antonio Messía Toledo, vecino de la villa de Martos que era cabo de la compañía de a caballo de la nobleça deste Reino". Es posible que se trate de la compañía que, al mando de don Alonso Vélez Anaya y Mendoza, se disponía a marchar a Cataluña, donde la Monarquía combatía contra franceses y secesionistas. El maltrecho capitán García, con sus tres balazos, perdonó y eximió de cualquier responsabilidad al autor de las heridas. En muchos casos, en las escrituras de perdón se daban versiones de los hechos debidamente mixtificadas para facilitar una compensación económica a favor de la víctima o de los familiares de ésta. No parece éste el caso, dada la condición castrense y aristocrática de las dos partes, y habría que pensar que, en efecto, la causa de las heridas fue accidental. Otra cosa habría sido si la víctima hubiese sido de menos empaque social. Volveremos sobre estas cuestiones.
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