domingo, 11 de diciembre de 2016

COFRADÍA DE ÁNIMAS DE SAN MIGUEL (1822)

La parroquia de San Miguel, de Jaén, albergaba una cofradía dedicada a las Ánimas del Purgatorio. Contaba con un patrimonio modesto. Sus bienes registrados en 1822, con el fin de desamortizarlos, eran los siguientes: una casa en la calle del Vicio, tasada en 4.744 reales y con una renta anual de 190 reales; otra en la calle de Los Romeros, valorada en 742 reales, cuya renta anual se estimaba en 30 reales. Otra vivienda más en la calle Tinajeros, cuyo valor era de 2.708 reales, con una renta de 123 reales por año. Sobre una tercera parte de este inmueble había un censo de 366 reales y 22 maravedíes, que rentaba once reales al año. Respecto a propiedades rústicas, sólo se menciona una haza situada en El Hacho, de tercera categoría y con una superficie de cuatro celemines y un cuartillo. Estaba valorada en 1.900 reales y originaba 57 reales de renta anual.*
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*Los datos en Crédito Público, 16-9-1822.

sábado, 3 de diciembre de 2016

SOBRE JAÉN EN RETABLO DE LA VIDA ANTIGUA


En Retablo de la Vida Antigua, mi otro blog, Se pueden leer numerosas entradas relacionadas con el pasado de Jaén. En esta ocasión, daré cuenta de las publicadas entre septiembre y finales de noviembre. En septiembre, recién pasados los rigores del estío, escribí sobre La Aliseda, balneario famoso cercano a La Carolina y a Santa Elena. El curioso lector podrá informarse de las terapias y artilugios, un poco a lo Julio Verne, que había en tan célebre casa. Creo que el señor Salmerón y Amat, emprendedor -como se dice ahora- de postín no habría leído con desagrado lo expuesto al respecto. Las tres entradas se pueden consultar aquí, aquí y aquí. En octubre, escribí sobre la devoción a la Virgen del Rosario en la primera mitad del siglo XVII. Es una versión, inevitablemente corregida, de una comunicación y artículo que, con la poca prudencia de mi juventud, tuve la osadía de pronunciar y escribir, hace nada menos que treinta años, en una Asamblea de Estudios Marianos celebrada en Andújar. También en el mismo mes, y ya me refiero a estos tiempos, publiqué Cocina de cazadores, unos apuntes sobre lo que se cocinó en la expedición cinegética narrada en el valioso libro de don Pedro Morales Prieto. Ya en noviembre, dediqué unas líneas a la modestísima y entrañable biblioteca particular de don Felix Manuel Martínez, oficial mayor de la Notaría Eclesiástica de Jaén, y de su mujer. Para los aficionados al campo antiguo pueden ser de interés los datos que aporto sobre lobos en 1641. Por último, me permito enlazar con otro esbozo, dedicado a las controversias políticas de los hermanos de San Juan de Dios -entre Don Carlos y Doña María Cristina- en 1834.

lunes, 28 de noviembre de 2016

EJECUCIÓN EN LA CAROLINA (1863)


Uno de los tópicos más absurdos y carentes de veracidad es el del bandolerismo romántico y generoso. El siguiente suceso puede ilustrarnos al respecto. A inicios de noviembre de 1861 dos arrieros, padre e hijo, fueron asaltados en despoblado por una cuadrilla de ladrones en Las Juntas, término de Vilches. Llevaban una carga de trigo valorada en unos treinta duros. Los condujeron a Vilches, donde escondieron lo robado en la casa de un carpintero que se unió al grupo. Desde allí condujeron a los pobres trajinantes, con los ojos vendados, en una noche de viento y aguas furiosas, a las cercanías de Linares. Sin piedad alguna los asesinaron arrojándolos al pozo de una mina abandonada. La víctima más joven tenía apenas catorce años. Por desgracia estos casos no eran infrecuentes. La Guardia Civil, el telégrafo y el ferrocarril acabarían con ellos pero no fue fácil tarea ni careció de peligros. La Justicia capturó a los criminales, no sé si a todos. El 16 de diciembre de 1863 le dieron garrote en La Carolina a Juan Mantecón Poveda, considerado autor de los hechos. Presenciaron su muerte tres de sus cómplices, de los que desconozco su destino final, y el vecindario de dicha población. Hacía, al parecer, mucho tiempo que no se ejecutaban penas de muerte en La Carolina.

sábado, 19 de noviembre de 2016

DEL JURADO BERNABÉ MARTÍNEZ DE ALCÁZAR (1621)

Bernabé Martínez de Alcázar fue jurado de Jaén en el reinado de Felipe III. Se casó dos veces, la primera con doña Catalina de Alarcón y la segunda con doña Juana de las Vacas. De su primer matrimonio, que yo sepa, no quedó descendencia pero sí tuvo al menos dos hijos con doña Juana: Diego Álcázar de las Vacas y doña Inés Alcázar de las Vacas. También tuvo un sobrino presbítero, llamado don Diego Martínez de Alcázar. Nuestro jurado testó en 1621 y allí dio cuenta de su modesto patrimonio, consistente en una huerta procedente de los bienes de doña Catalina y de una capellanía que ésta había fundado en el Convento de Santo Domingo. El jurado, piadoso también, dejó una manda de 5.000 maravedíes a la cofradía del Santo Rosario.

martes, 8 de noviembre de 2016

EL PERSONERO CRISTÓBAL DE RIVAS (1634)

El síndico personero debía defender los intereses del vecindario dentro del Cabildo municipal. Era un oficio de funciones imprecisas y de una escasa capacidad fiscalizadora. Si un síndico personero decidía actuar con rigor e independencia tenía ganada la hostilidad general de los caballeros veinticuatro y de los jurados. Que apareciese un hombre modesto dispuesto a enmendarle la plana a personajes de tanto fuste y tan escaso aguante no podía aceptarse como cosa natural. La posibilidad de que los síndicos personeros fuesen criaturas de un bando o estuviesen bajo la protección de algún regidor de peso parece evidente. Algunos desempeñaron el cargo durante años. No fue el caso de Cristóbal de Rivas, elegido personero por el Cabildo el 19 de mayo de 1634. Fue una elección discutida pues contó con la oposición de don Alonso Vélez Anaya que apoyaba a otro candidato, llamado Juan Delgado. Éste era natural de Jaén y Rivas había nacido en Martos. Una semana después, Cristóbal de Rivas, decidió renunciar a tan engorrosa responsabilidad. Las razones alegadas son dignas de mencionarse: "por no saber leer ni escribir ni tener la inteligencia que se requiere"*. Dijo, además, "ser pobre con hijos que necesitan de trabajo para su sustento" y el oficio de personero estaba mal pagado. Tanta humildad venía compensada con otra declaración en la que decía "ser noble y que no está en costumbre este oficio en darse a nobles". Todo eran achaques. Son alegaciones muy sensatas y nadie podía negarle -a pesar de su pobreza y falta de instrucción- el orgullo de afirmar su ascendencia pero parecen, simplemente, una excusa. Creo que lo pensó bien y se espantó ante las rivalidades y parcialidades de la política local, también debió de influirle la posible inquina de  don Alonso Vélez Anaya.
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*  Se puede consultar mi Reforma, decadencia y absolutismo. Jaén a inicios del reinado de Felipe IV, Jaén 1998.

sábado, 3 de septiembre de 2016

NOBLEZA, COMERCIO Y HURTO DE MERCADERÍAS (1669)

No era infrecuente que algunos hidalgos giennenses realizasen negocios para mantener, más o menos decorosamente, su patrimonio. Lo ideal era tener tierras, vivir de las rentas, correr toros y lucirse con armas, perros y caballos. Esto, sin embargo, no siempre era posible. Existía, en cambio, una hidalguía modesta cuyas formas de vida no eran muy diferentes a las de esa clase, tan dificil de definir, a la que llamamos burguesía. De acuerdo con la mentalidad de la época no era admisible que un caballero veinticuatro despachase cualquier tipo de género en una tienda, aunque no pocos eran nietos o bisnietos de los que sí lo hicieron. Con los jurados, sin embargo, había más manga ancha al respecto. No había, por lo demás, inconveniente en realizar unas discretas inversiones, con vistas a contar con cierta ganancia, normalmente paños, corambres y poco más. Éste pudo ser el caso del veinticuatro de Jaén don Lorenzo Fernández de Biedma y Suárez, de los Biedma que ya hemos citado en algunas ocasiones. Don Lorenzo, en junio de 1669, se querelló de un individuo que "dize llamarse don Luis Cuello" y ser vecino de Granada. Fernández de Biedma lo califica como "un hombre que me hurtó y llebó ciertas mercaderías", por valor de 3.800 reales. Para más detalles, el acusado realizó su fechoría "falseando la letra y firma de Manuel Baltasar de Biedma, vecino de la villa de Andújar".

viernes, 26 de agosto de 2016

EL HIDALGO Y LA RELIQUIA (1626)


En agosto de 1626, don Fernando de Biedma solicitó al Cabildo municipal de Jaén "se sirva de honrarme mandándome poner en las listas de los hijosdalgo sin dar lugar a gastos". Don Fernando decía ser, y creo que con razón, de linaje noble pero, probablemente, carecía de pruebas documentales que acreditasen este hecho. Esto suponía que, aunque en la opinión general fuese conceptuado como hidalgo, en determinadas circunstancias, podía ser obligado a satisfacer enojosas cargas y obligaciones propias de los pecheros o no ser admitido en el ejercicio de oficios reservados a los hidalgos. Estas comprometidas situaciones eran frecuentes y muchos hidalgos, o vecinos que se tenían como tales, para evitar males mayores tenían que iniciar un pleito para demostrar su origen. Un asunto, a fin de cuentas, difícil, ingrato y costoso que, además, dejaba una sombra de sospecha sobre el litigante y todo su linaje. Don Fernando, con razón, pensó que más fácil era que el Concejo lo incluyese, por las buenas, en el correspondiente padrón de hidalgos que en aquellos años, por lo demás, no estaba actualizado ni en orden. Entre los regidores, además, nunca faltaban Biedmas que confirmarían la ascendencia de don Fernando. Para reforzar su posición, el peticionario no dudó en recordar al Cabildo que su incorporación formal a tan nobiliaria nómina "ayudará grandemente la gloriosa memoria del señor Obispo don Nycolás de Biedma que trajo la Santa Verónica de Jaén y dexó casa y solar". Era algo -pensaba- que Jaén le debía al prelado y, por extensión, a sus descendientes. Se remontaba al último cuarto del siglo XIV. No debe extrañarnos pues los de esos tiempos hablaban de cosas de hacía doscientos años como si hubiesen pasado ayer. Esto es algo que sigue ocurriendo en los aficionados a genealogías y a frecuentar archivos. De esto también doy fe. Los caballeros veinticuatro le comunicaron solicitante que consultarían con los letrados y que después decidirían.

jueves, 18 de agosto de 2016

ALAMEDA DE CAPUCHINOS (1707)

La Alameda de Capuchinos era un lugar de paseo y esparcimiento, un espacio ameno y despejado en la entonces muy poblada ciudad de Jaén. Allí se ubicaba, y allí sigue, el convento de las Bernardas, erigido por el obispo de Troya don Melchor de Soria y Vera, varón de grandes méritos y de muy influyente familia durante el XVII giennense. Si bien el Concejo, a lo largo de los años, mostró su preocupación por conservar el arbolado de este paraje y embellecerlo en lo posible, sus esfuerzos fueron insuficientes o baldíos. A inicios del XVIII el estado de este parque en ciernes era, al parecer, deplorable. En agosto de 1707 el Cabildo municipal de Jaén reconocía que la Alameda "se allava casi perdida de arboles y demas generos que se havian puesto en ella para adorno y recreazion de sus vezinos". Decidió entonces nombrar a un guarda cuya obligación sería: "plantar los árboles que necesitare dicha alameda, para llenar los claros y de los que pusiere tenerlos cercados de forma que no se lo coman los ganados".

jueves, 11 de agosto de 2016

INMUNDICIAS Y CARROÑAS (1795)

Durante el verano de 1795 los caballeros veinticuatro trataron, al menos en dos ocasiones, el grave problema que suponían las inmundicias y los animales muertos que se amontonaban en un callejón de la ciudad. Las numerosas casas arruinadas en los barrios más altos y en los arrabales servían como vertederos para el vecindario. El olor a podredumbre, las ratas y el temor a las infecciones marcaban el tono de la estación. Nada se hizo o se pudo hacer al respecto, o fueron ineficaces las medidas, pues en octubre del mismo año se denunciaba ante el Ayuntamiento la presencia de piaras de cerdos que campaban por sus respetos por la vía pública. No describiremos los detritus y miserias de otra naturaleza. Por la Navidad, se volvía a insistir en las basuras que se acumulaban en determinados puntos de la ciudad. Era un achaque antiguo pues he podido constatar quejas similares en distintos momentos del siglo XVII. Es cierto que la mentalidad ilustrada hizo mucho para que tanto las ciudades como las personas fuesen más pulcras pero no era cosa fácil cambiar ciertos hábitos.

viernes, 5 de agosto de 2016

MESONEROS Y SOLDADOS (1703)



Los alojamientos de compañías representaban un insufrible engorro para los concejos. Los soldados no eran bienvenidos, no sólo por el gasto que suponían en cosas de comer, beber y arder, sino también por los ruidos, altercados y pendencias, inevitablemente aparejados a tanta gente moza, despreocupada y desenvuelta. Si la estancia se prolongaba más de la cuenta, los regidores se las tenían que ver con una papeleta de dificultosa resolución. El pueblo llano era el que más padecía las consecuencias de los alojamientos ya que la nobleza y los clérigos estaban exentos de estas cargas. A pesar de todo, en Jaén, al menos desde el siglo XVII, el Cabildo municipal optó por relevar a los vecinos de esta obligación, no sólo por evitarles molestias sino para no dar lugar a motines y violencias. De esta manera, el Concejo alquilaba una o más casas para alojar a las compañías o recurría a los mesoneros para que acomodasen, mal que bien, a oficiales y tropa. En febrero de 1703, ya iniciada la Guerra de Sucesión, se reclutaba una compañía en Jaén, y se optó por alojar la bandera en los mesones de la ciudad. Los mesoneros No podían estar conformes con esta costumbre pues -como bien dijeron Manuel de Córdoba y Antonio de la Cruz en nombre de éstos- "se les seguía gran perjuizio a sí, a los susodichos como a los huéspedes forasteros". Naturalmente nadie, a inicios del siglo XVIII y en su sano juicio, se hospedaba en un mesón repleto de soldados. Hágase cargo el lector del panorama y de las malas noches que se tenían que padecer en tales circunstancias. Los mesoneros propusieron, entonces, alquilar una casa y pagar a escote su arrendamiento, a lo que el Concejo no opuso objeción alguna.

viernes, 29 de julio de 2016

ESPADAS EN BAILÉN (1676-1685)

La posesión de armas en la sociedad española del siglo XVII estaba muy extendida. Varias razones motivaban este hecho. En primer lugar la difusión y aceptación de ciertos valores que asociaban la costumbre de portar espada con la condición hidalga, al margen del origen estamental de cada uno. Asimismo debemos tener en cuenta la inseguridad existente en calles y despoblados. La regulación de la posesión de armas era poco precisa, dispersa y tolerante. La ausencia de una fuerza policial organizada y efectiva completaba estas carencias inevitables y muy propias del Antiguo Régimen. Citaré, como ejemplo,  algunos datos del reinado de Carlos II, obtenidos de distintos escribanos de Bailén, en el Reino de Jaén. Proceden de inventarios y escrituras de capital.

Comenzaré por Alonso de Aguilar Recena que tenía, en 1676, un aderezo de espada y daga. Martín Cobo Durillo, en el mismo año, era poseedor de "una espada y un tahalí".  En 1677, Francisco Gámez Soriano declaró ser propietario de una espada y daga. Los honrados artesanos, como el odrero Bernabé Quesada, ceñían espada en 1682. En ese año, Juan Bernardo de la Fuente contaba con una espada y, además, con un coleto, prenda muy útil como protección, propia de soldados, cazadores y lidiadores; por su parte, Andrés de Aguilar inventarió "un adereço de espada y daga". En 1683, Melchor de Aguilar contaba entre sus bienes con otro equipo similar. Son dignos de mencionarse "un puñal de la zinta con un cuchillo pequeño", una espada y un sombrero, de Cristóbal de Godoy, según escritura de 1683. En ese año registró su espada Melchor de Muela. En 1684, Francisco de Aguilar decía tener una escopeta y una espada. Un caso especial es el de Francisco de Rus, también de 1684, que, quizás debido a su condición de alcalde ordinario, estaba muy bien pertrechado con una daga, una escopeta, un arcabuz y un mosquete. Sierra Morena estaba muy cerca y, en aquel tiempo, no era lugar para bromas.

Las espadas que he citado estaban valoradas entre los 19 y los 30 reales. Desconozco su calidad y procedencia. Quizás no eran las más adecuadas para la guerra o para espadachines reputados. Tampoco eran baratas si se tiene en cuenta el coste de un jornal de la época. El mosquete del alcalde ordinario, antes citado, valía 88 reales. Como tendremos ocasión de demostrar, estas armas no se llevaban de adorno.

lunes, 25 de julio de 2016

NIEVE EN VERANO (1730)

La nieve era abasto obligado y de primera necesidad. La afición a enfriar las bebidas era muy del gusto de los españoles. Este hábito originaba apasionadas controversias médicas. El Concejo de Jaén mostraba un indiscutible desvelo para que la nieve no faltase en alhóndigas, casas particulares y botillerías, por lo que controlaba su precio y comercialización. Se consideraba una mercancía de primera necesidad y de universal consumo. El 24 de julio de 1730, el Cabildo municipal consideró la oferta de Francisco Muñoz, vecino de Jaén, que se comprometía a suministrar nieve a los vecinos entre inicios de mayo y el cuatro de octubre. El precio sería de cuatro maravedíes por libra hasta finales de julio y de seis desde esa fecha al final de la temporada, ya entrado el otoño. El aumento de precio venía motivado por la disminución de las reservas de nieve a medida que arreciaban los colares. Muñoz tenía la fineza de rebajar el precio de la nieve al estado eclesiástico de seis a cinco maravedíes. Bueno, no era sólo fineza sino también obligación, dadas las franquicias y exenciones del clero. Al Cabildo, con todo, le parecían altos los precios y no se decidía por autorizar dicho asiento. La nieve era transportada a lomos de caballerías desde los pozos y neverales que había en Sierra Mágina y otras alturas giennenses.

miércoles, 20 de julio de 2016

DESACATO (1623)

La política municipal era fuente de muchos conflictos y tensiones. No había partidos políticos, faltaba mucho para su existencia, pero sí había bandos y facciones. La relación de los caballeros veinticuatro con los corregidores no era siempre buena. Fue, en particular, muy mala con don Hernando de Acuña Enriquez, un corregidor de cuidado. Una muestra de tales desencuentros es la que refiero a continuación. En junio de 1623 el veinticuatro don Cristóbal de Berrio y Salazar estaba encausado por romper, ante el escribano Antonio Navarro, un mandamiento del corregidor de Jaen. Éste, naturalmente,  procedió contra don Cristóbal y, además, contra don Lorenzo Lopez de Mendoza, también veinticuatro y hábito de Calatrava "y otros consortes". Negaba don Lorenzo su relación con el incidente descrito. Llegó el asunto hasta la Real Chancillería de Granada. Entre las posibles causas del suceso puede estar la resistencia del Cabildo municipal a autorizar las nuevas concesiones del servicio de millones, postura compartida por otros cabildos municipales andaluces con voto en Cortes.

miércoles, 13 de julio de 2016

LABRIEGOS AIRADOS EN LAS INFANTAS (1631)

En repetidas ocasiones he afirmado que el campo no era siempre ese remanso de paz que nos han contado. Pleitos por linderos, disputas por el agua, daños producidos por ganados, servidumbres de paso y otros motivos, eran fuente de desasosiegos y pesadumbres. En 1631, ante el escribano del Número Diego Blanca de la Cueva, compareció el labrador Bartolomé Colmenero. Dijo que se había querellado de Francisco Sanmartín Villar "en razón de aberle herido en la cabeza estando en el cortixo de las Ynfantas". No indica la víctima si sufrió estacazo, pedrada o golpe de azada. Colmenero decidió perdonar al agresor aunque dejando claro que " no lo hago por temor de que me faltare entero cumplimiento de justicia sino por servicio de Dios Nuestro Señor".

domingo, 10 de julio de 2016

TABERNERA PERSEGUIDA (1623).

La reglamentación y el intervencionismo municipal podían ser muy severos. No era prudente tomarlos a la ligera. Bien lo supo María de Narváez, perseguida "en razón y diciendo aber muerto un marrano y dar de comer en su casa siendo como es taberna donde se vende vino." Así eran las cosas. Para comer estaban los figones y los puestos callejeros, no las tabernas. Los desvelos que María Narváez puso en la compra y crianza del cerdo -su ruidoso sacrificio, la elaboración de longanizas y otras golosinas, sus perspectivas de beneficio- quedaron en nada ante la implacabilidad de las ordenanzas concejiles. ¿Qué mal había en servir un platillo junto a un azumbre de vino?. Sospecho que si la tabernera hubiese sabido argumentar por escrito sus convicciones, se habría adelantado siglo y medio a Adam Smith.

domingo, 3 de julio de 2016

LA MUERTE DE UN CERRAJERO (1624)

Don Cristóbal Cerón y Armíndez estaba en la Cárcel Real de Jaén en 1624. Tenía diecisiete años y era hijo de don Pedro Cerón. Era de una familia hidalga de la que formaron parte caballeros de hábito y regidores. El encarcelado había matado a un cerrajero llamado Matías González a causa de una herida en la cabeza. La viuda, Melchora de los Reyes, perdonó al acusado a cambio de 300 ducados. Como veremos en distintos casos, era ésta una práctica frecuente, tanto para delitos graves como para otros de menor fuste.  El caso que cito pasó ante el escribano Marcos de Ortega.

martes, 31 de mayo de 2016

LOS ESCRIBANOS Y EL VISITADOR (1644)

Una de las peores noticias que podía recibir un escribano del siglo XVII era la inminencia de la llegada de un visitador. Los escribanos, siempre sospechosos de toda clase de irregularidades, trapisondas y demás triquiñuelas temían estas inspecciones y hacían lo posible para aplazarlas bajo los más variados pretextos. Si había que pagar un donativo a la Real Hacienda se pagaba y el visitador podía quedarse en su despacho para mejor ocasión. Hubo concejos que, a iniciativa de los escribanos, compraron a la Corona el privilegio de no ser sometidos a visitas. Este hecho, según Campomanes, llevó a que muchos escribanos, al considerarse libres de cualquier fiscalización, cometiesen todo tipo de abusos, en especial los excesos en la cobranza de derechos y los cohechos. La Corona se vio obligada, con todo dolor, a devolver el dinero recibido y a dejar sin efecto tales exenciones. Los escribanos de Jaén que, en alguna que otra ocasión, eludieron estos controles, fueron visitados por el licenciado Ayala Manrique entre 1643 y1644. Antaño, según el ya citado Campomanes, estas pesquisas hacían temblar a los inspeccionados pero a mediados del XVII las cosas parece que se habían templado algo. Así, el Cabildo municipal de Jaén, del que dependían las escribanías del Número, quedó gratamente impresionado por diligencia -o la manga ancha- del visitador. En febrero de 1644, alabó "la aprovazión, rectitud y buen exemplo con que a prozedido [...] administrando justicia a las partes, visitando los rexistros y papeles de dichos escribanos y los de su jurisdicción y villas eximidas con tanto desvelo y cuidado que es fama pública, así de los caballeros y gente noble como de los religiosos y personas particulares, que es ministro tan cristiano y tan atento de quien se Su Magestad puede fiar negocios maiores de su real servicio". Ir por todas las escribanías de Jaén y de no pocos pueblos, tratando con profesionales de tan probada astucia no era tarea ligera aunque, a veces, el visitador podía convocar a los escribanos para que le llevasen, al lugar que él dispusiese, sus libros y legajos. No bastando los elogios mencionados, el Cabildo decidió escribir cartas a su favor y enviarlas "donde proceda" y, por supuesto, al Consejo de Castilla.

jueves, 26 de mayo de 2016

A VUELTAS CON EL VELLÓN (1628)

He publicado en Retablo de la Vida Antigua dos entradas sobre la política monetaria de Felipe IV y,  en particular, sobre la bajada del vellón en 1628. Fue una medida deflacionaria muy controvertida que provocó desconfianza y estupor en todos los estamentos. Imaginemos que, de la noche a la mañana, resellasen los billetes de cada uno, pocos o muchos, y pasesen a contar con la mitad de su valor nominal. El desasosiego sería general por mucho que nos explicasen las bondades de la medida. Antes de ser puesta en vigor de esta decisión, la Corona consultó su parecer a las ciudades con voto en Cortes y a otros cabildos municipales de especial relevancia. En el de Jaén hubo debates muy sensatos y apasionados sobre el asunto. En la referida entrada doy cuenta de las intervenciones de Alonso de Valenzuela, don Pedro de Biedma, don Jorge de Contreras Torres y don Íñigo de Córdoba y Mendoza. Invito al lector de Historia Giennense a que, si así lo considera, lea las graves consideraciones de los citados caballeros veinticuatro.


miércoles, 18 de mayo de 2016

NICOLÁS DE RIBERA

Nicolás de Ribera fue un jurado de Jaén. No era hombre de gran linaje ni creo que le interesase demasiado darle vueltas a papeles y genealogías. Casó con doña Francisca de Córdoba. Vivió en la colación de San Juan. Sus rentas las obtenía de unas casas y tiendas que arrendaba en la calle Maestra Baja. También despachaba sus granjerías y préstamos. En su testamento dejó escrito: "ytem declaramos que nos deben muchas partidas de maravedíes por muchas personas". Tenía, eso sí, unos censos por los que debía pagar los correspondientes réditos al conde de Villardompardo y a don Miguel de Mendoza, vecino de Andújar. Tuvo, que sepamos, dos hijos varones: Francisco de Ribera y Antonio de Ribera. Como tantos españoles, invirtió ciertas partidas en adquirir oficios públicos. Su juraduría fue heredada por Francisco. Antonio, su otro hijo, ejerció como escribano del Número lo que, en el Jaén de aquel tiempo, no estaba mal. Nicolás de Ribera es un buen exponente de las clases que bien podemos considerar burguesas, con todas las reservas que queramos tener en el uso de esta denominación tan imprecisa. Fue hombre devoto, como todos los de su tiempo. No faltaron rezos por su alma: los de los pobretes del Hospital de la Misericordia, que gobernó, y los de su cuatro hijas monjas que se llamaron Juana, Catalina, Melchora y María.

jueves, 28 de abril de 2016

LAS CARGA EL DIABLO (1641)


En 1641 compareció ante Diego García de Monreal, escribano del número de Jaén, el capitán Santiago García, natural de Espinosa de los Monteros "y dijo estar enfermo que de una desgracia de aberse disparado una pistola con tres balas por don Antonio Messía Toledo, vecino de la villa de Martos que era cabo de la compañía de a caballo de la nobleça deste Reino". Es posible que se trate de la compañía que, al mando de don Alonso Vélez Anaya y Mendoza, se disponía a marchar a Cataluña, donde la Monarquía combatía contra franceses y secesionistas. El maltrecho capitán García, con sus tres balazos, perdonó y eximió de cualquier responsabilidad al autor de las heridas. En muchos casos, en las escrituras de perdón se daban versiones de los hechos debidamente mixtificadas para facilitar una compensación económica a favor de la víctima o de los familiares de ésta. No parece éste el caso, dada la condición castrense y aristocrática de las dos partes, y habría que pensar que, en efecto, la causa de las heridas fue accidental. Otra cosa habría sido si la víctima hubiese sido de menos empaque social. Volveremos sobre estas cuestiones.

miércoles, 20 de abril de 2016

LAS CREDENCIALES DEL SANGRADOR (1730)

La asistencia sanitaria en la España del Antiguo Régimen era insuficiente y precaria. En la mayoría de los casos los españoles se ponían en manos de cirujanos, sangradores y barberos, cuando no de saludadores que santiguaban a los pobres pacientes. El cura de Cedeira en 1798, según recoge don Antonio Domínguez Ortiz, denunciaba que "se hallan por estas aldeas bárbaros sangradores, bárbaros y rústicos, que en vez de curar matan a cuanto pobre enfermo se pone en sus manos". No sé si era el caso de un individuo llamado Cristóbal Alejandro que, el 13 de mayo de 1730, presentó ante el Cabildo municipal de Jaén un título de sangrador . Al no existir fotografías en esos tiempos, el titular era identificado en el documento con algunos de sus rasgos: "es un hombre de mediana estatura con una zicatriz pequeña por cima y en medio de la zeja izquierda y otra en la primera coiuntura del dedo medio de la mano izquierda, parte de afuera." A diferencia de los médicos, los cirujanos, sangradores y boticarios no pasaban por las aulas universitarias aunque debían acreditarse y superar unos exámenes ante El Real Protomedicato y Protobarberato. En sus papeles, Cristóbal Alejandro afirmaba haber practicado "el arte de sangrador flobotoniano con maestros aprobados los quatro años que Su Magestad manda" y fue examinado "en la teoría de dicho arte cerca del conocimiento de las venas quantas quales son y en qué lugares se reporten y de los nombres de ellas y en el modo de sangrar, sajar, echar ventosas, sanguijuelas, sacar dientes y muelas". Ante las cuestiones que se le plantearon, hizo constar el escribano del Cabildo que las "respondió bien y cumplidamente".


miércoles, 13 de abril de 2016

FUGA DE UN CONDENADO A GALERAS (1718)

En 1718, entre finales de octubre e inicios de noviembre, estuvo en la cárcel real de Baños de la Encina, Reino de Jaén, Pedro de la Plaza, escribano y vecino de El Viso del Marqués. Explicó la causa a otro escribano:

"con el motibo [decía] de haver venido el susodicho en la asistencia de Francisco Vintel del Río, rematado a ocho años de galeras por la Justicia de la ziudad de Cuenca, por cuando en virtud de Real Provisión de Su Magestad y señores de la Real Chancillería de Granada, se remitía por tránsitos a la cárcel y caxa de la ciudad de Málaga".

El mencionado Vintel del Río, llegó a Baños con el correspondiente acompañamiento de guardas y, en cuanto tuvo ocasión se escapó y se acogió a sagrado en la parroquia de la villa. No era para menos. El panorama de pasar ocho años remando y encadenado-el infierno en vida- agudizaba la audacia y el ingenio. De Baños de la Encina a Málaga hay muchas leguas pero, si había que fugarse, cuanto antes mejor. Hasta que se aclaró todo, guardas y escribano, fueron a parar a los calabozos. Desconozco si el fugado consiguió librarse del remo y del banco. 
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(Archivo Histórico Provincial de Jaén, leg. 6.182, fols. 465 y 469)

miércoles, 6 de abril de 2016

LOS BIENES DE LAS ÁNIMAS (1822)


En otras ocasiones he escrito sobre la devoción a las Ánimas, tan popular y relevante en la tradición católica y de orígenes antiquísimos. La actividad de las cofradías de Ánimas dedicadas a rezar y a redimir almas en pena fue general en la España de pasados siglos. Estas sociedades piadosas se mantenían, con desigual desahogo, Con limosnas, recogidas por los cofrades con abnegada puntualidad, y con las rentas de las fincas legadas por los fieles en sus testamentos, además de otras mandas piadosas. El caso de la cofradía de Ánimas de Vilches  es bien conocido por el autor de estas líneas y estudié su pasado con documentación del archivo de la parroquia de San Miguel de dicha villa, en apacibles horas de silencio que recuerdo no sin reverencia.
En las siguientes líneas menciono los bienes raíces de la cofradía de Ánimas ubicada en la iglesia de San Ildefonso de Jaén en 1822. En dicho templo se conserva un imponente retablo dedicado a las ánimas del Purgatorio sobre el que ya trató don Rafael Ortega y Sagrista. Es de mediados del XVIII pero nadie busque resabios ilustrados en sus atormentadas imágenes. Es pura religiosidad barroca. Dejemos, sin embargo, para mejor ocasión esta meritoria obra de arte y centrémonos en los bienes de la mencionada cofradía.  Al igual que en el caso de los Trinitarios Calzados, eran fincas que iban a ser desamortizadas. Comencemos por conocer las casas de la cofradía, situadas en calles muy honradas de la colación de San Ildefonso:

Una casa en la calle Tosquilla, tasada en 6.173 reales con una renta anual estimada en 246 reales.
Una casa en la calle de las Bernardas, tasada en 7.339 reales, rentaba anualmente 293 reales.
Una casa en la calle de las Bernardas, valorada en 3.983 reales, con una renta anual estimada en 159 reales.
Una casa en la calle de Olid, tasada en 2.470 reales que rentaba 98 reales cada año.

No dejaba de tener, en verdad, cierta importancia la posibilidad de vivir en una casa cuyo alquiler, imagino que puntualmente pagado, estaba destinado a sufragar misas por las almas en pena. Era de esperar que los morosos e inquilinos informales durmiesen con todo desasosiego esperando reproches, lamentos nocturnos y aterradoras apariciones de unas ánimas convertidas en acreedoras y condenadas a pasar muchos años más en el Purgatorio por falta de sufragios. Esto sin contar las seguras aprensiones de los más curtidos liberales y de los compradores de tales bienes. Era cosa seria lo de jugar y especular con los bienes de las almas en pena.

 Respecto a las propiedades rústicas puedo decir que se limitaban a un olivar en Molinillo Alto, en la jurisdicción de Jaén, de una fanega y de tercera categoría, que estaba valorado en 1.260 reales y rentaba 38 reales. A esta finca se unía una haza en Las Paradejas, de tres fanegas y cuatro celemines, cuyo valor estimado era de 500 reales y rentaba sólo 15 reales al año. Las casas constituían los bienes más rentables y de mayor valor. La Cofradía obtenía cada año 796 reales procedentes de sus arrendamientos. Las rentas del campo sólo ascendían a 53 reales anuales. 
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*La relación de bienes inmuebles en Crédito Público, 16-9-1822. La fotografía en el artículo de don Rafael Ortega y Sagrista que se enlaza en la entrada.

miércoles, 30 de marzo de 2016

MALOS VINOS (1700)


No todo lo que se comía y bebía en tiempos pasados era natural y sano. En abril de 1700, el corregidor de Jaén, don Eugenio de Miranda y Gamboa, del Consejo de Hacienda y gentilhombre de Boca de Su Majestad, informó al Cabildo municipal de Jaén que había inspeccionado las tabernas, acompañado del escribano mayor, "aviendo llegado a su noticia las quejas del público de los malos binos que se benden en las tabernas del vino generoso, del privilegio que goza la ziudad, porque los harrieros que los probeen para utilizarse, deviendo ser añejos y de buena calidad, los traen nuebos y adulterados". Por fuerza la llegada del Corregidor -peluca, espadín y casaca- tuvo que causar alarma y cierta estupefacción entre los taberneros y sus distinguidas parroquias. Don Eugenio, tras su visita, pudo constatar el fraude generalizado en la calidad de los vinos, en perjuicio de la Real Hacienda y de la salud del vecindario por las "graves enfermedades que pueden causar los vinos nuebos del año". Éstos eran objeto de adulteraciones, mixturas sospechosas y se deterioraban con facilidad. Además, el Corregidor denunciaba el fraude continuo a la Real Hacienda que los "metedores" o contrabandistas ocasionaban, vendiendo vino de manera clandestina sin pagar impuestos y en perjuicio de los taberneros que arrendaban sus puestos. Esta desvergüenza, dada su condición de consejero de Hacienda le tenía que indignar especialmente. Hay que indicar que el número de establecimientos con licencia para vender vino añejo era limitado y controlado por el Ayuntamiento. Con la voluntad de que el público consumiese "los mejores géneros" enviaron a Juan de Uceda "criado de confianza de la Ziudad que pasase a la tierra baja y trajera una cantidad de vino jeneroso el qual se embodegare en esta ziudad y se proveyesen las tavernas para que el público esté abastecido con puntualidad". El intervencionismo municipal se reforzó también en este ramo. Por cierto, pensamos que Juan de Uceda debía de ser hombre dispuesto,  conocedor de la calidad de los caldos a adquirir y buen negociador.
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Archivo Municipal de Jaén, Actas capitulares, cabildo de 5-4-1700.

lunes, 21 de marzo de 2016

DON ALONSO VÉLEZ ANAYA Y LAS FUENTES

Fuente del Palacio Vélez Anaya

Don Alonso Vélez Anaya y Mendoza fue uno de los caballeros veinticuatro más influyentes en el gobierno municipal de Jaén durante los reinados de Felipe III y Felipe IV. A lo largo de toda su trayectoria destacó por su independencia de criterio y su valentía, siempre en defensa de las libertades y derechos municipales. Esta actitud no le impidió ser muy crítico con los abusos e irregularidades que todo grupo de poder tiende, por la naturaleza de las cosas, a cometer. Uno de estos excesos se relacionaba con las concesiones de agua a favor de ciertos particulares, beneficiados por un trato de favor, en perjuicio de los intereses del vecindario. En esos tiempos un pilarillo en un patio alegraba más la vida que los más lujosos estrados. Él mismo, don Alonso, debía de saberlo pues en su palacio, cercano a la Catedral, tenía una fuente bien elegante. El nueve de febrero de 1618, don Alonso denunció ante el Cabildo "los grandes excesos que hacían [el resto de los regidores] en conceder y dar fuentes particulares a los vezinos desta ciudad de las dos fuentes públicas de la Magdalena y Santa María". Recordaba el caballero "los señores reyes cometieron la reformación y castigo dello más tiempo a de cien años al bachiller Juan de Burgos, el qual bino a esta ciudad". El rigor del Bachiller queda de manifiesto cuando recordaba don Alonso que remedió el abuso "abiendo fecho grandes aberiguaciones de las fuentes antiguas". Creo yo que pediría papeles y probanzas para verificar El derecho de cada cual en los aprovechamientos de los raudales. La palabra reformación era muy del gusto de los tratadistas y arbitristas de la época que no dejaban de tener cierta afinidad con don Alonso Vélez. 
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* El texto en Archivo Municipal de Jaén, Actas Capitulares de 1618, cabildo correspondiente al 9 de febrero. La fotografía -incluida en mi libro Reforma, decadencia y absolutismo, Jaen a inicios del reinado de Felipe IV, (Jaén, 1998)- es de la fuente del Palacio Vélez Anaya.

miércoles, 16 de marzo de 2016

MEDIDAS DESAMORTIZADORAS Y TRINITARIOS CALZADOS (1822)

En 1822 los liberales aplicaron la legislación aprobada por las Cortes de Cádiz cuyo fin era desamortizar numerosos bienes inmuebles. A los incluidos en dichas disposiciones, durante el Trienio Constitucional añadieron los pertenecientes a los monasterios y al Santo Oficio. Según informes del conde de Toreno, se vendieron 25.500 fincas con una ganancias para el Estado que ascendieron a unos 1.500 millones de reales. Cuando Fernando VII restauró el absolutismo en 1823 estas ventas quedaron sin efecto, para desolación de los compradores, pero fueron recuperadas por éstos en 1835. El importe de lo obtenido en las subastas se emplearía en reducir el endeudamiento del Estado. Sólo podrían participar en estas transacciones los que tuviesen títulos de deuda pública.
Entre los bienes desamortizados estaban los pertenecientes al Convento de los Mercedarios Calzados. A finales del siglo XVIII esta orden contaba en el Reino de Jaén con cuatro casas y algo más de de medio centenar de religiosos. A continuación presento, debidamente enumerada, la relación de los bienes de su convento de Jaén. La lectura del nombre de los pagos y parajes del término, la naturaleza de los cultivos y de las heredades, nos permitirán, en alguna medida, reconstruir paisajes ya perdidos, conservados en algunos casos afortunados o, simplemente transformados por el tiempo. El criterio que voy a seguir es muy simple. Cito, en primer lugar, la ubicación de las fincas, sus características y extensión para, finalmente, indicar, su valor de tasación junto a la estimación de la renta anual que producían. Es conveniente indicar que si, en general, las propiedades subastadas se tasaron a un precio inferior al del mercado, era tal la demanda de tierras e inmuebles urbanos que los compradores llegaron a pagar hasta un 200 % más respecto al precio de salida en las subastas. La demanda de tierra y de casas era muy grande.
    
1. Puerto Alto, casería de 34 fanegas y nueve celemines, con casa de teja, 50 olivos mayores, 320 menores y diversos frutales. Tasada en 25.888 reales y con una renta anual de 850 reales.
2. Puerto Alto, olivar de 12 fanegas y tres celemines, con 246 matas de olivos mayores y 170 matas de olivos menores de varias clases. Tasado en 7.550 reales y con una renta anual de 526 reales cada año.
3. Puerto Alto, un pedazo de pinar de nueve fanegas y seis celemines. Tasado en 1.800 reales, con una renta anual de 54 reales.
4. Puerto Alto, otro pedazo de pinar de cuatro fanegas y seis celemines, con 25 matas de olivos mayores, valorado en 1.300 reales, renta estimada en 39 reales por año.
5. Torre de Juan Baños, huerta de una fanega y diez celemines con media docena de nogales, siete matas de albarillos, tres higueras, un peral y una casa choza. Fue tasada en 16.500 reales y rentaba anualmente 495 reales.
6. Virgen Blanca, una huerta de una fanega, con ocho higueras, 39 granados, cinco parrales de 120 pies, 60 cepas de viñedo. Valorada en 7.750 reales y con un rendimiento anual de 432  reales.
7. Lope Pérez, huerta, 8,5 celemines, cinco nogueras, un parral, varios frutales. Tasada en 6.750 reales, rentaba cada año 202 reales.
8. Vado de La Guardia, huerta de tres fanegas, con 20 perales y otros árboles, choza y vestigios de un molino harinero. Tasada en 20.500 reales, renta anual de 619 reales.
9. Guadualla, en La Guardia, una huerta de cinco celemines, tasada en 1.400 reales y rentaba por año 42 reales.
10. Molinillo, haza de una fanega y seis celemines, tasada en 2.800 reales y con una renta anual de 80 reales.
11. Virgen Blanca, haza de seis celemines, tasada en 2.500 reales y con un rendimiento anual de 75 reales.
12. Virgen Blanca, haza de dos fanegas con seis celemines, tasada en 2.350 reales, rentaba cada año 70 reales.
13. Salina de Arroyo de Valparaíso, haza de riego de una fanega, tasada en 2.000 reales, rentaba 60 reales por año.
14. Salina de Arroyo de Valparaíso, haza de secano de seis celemines, tasada en 400 reales y con una rendimiento anual de doce reales.
16. Pilar de la Dehesa, haza de riego de cinco fanegas y tres celemines, tasada en 1.980 reales, rentaba anualmente 89 reales.
17. El Valle, haza de riego de una fanega, valorada en 3.300 reales, se obtenía una renta anual de 99 reales,
18. Valdecañas, haza de riego de una fanega, tasada en 1.000 reales, con una renta anual de 80 reales.
19. La Cañada, dos hazas, de 3 fanegas y medio celemín respectivamente, de riego, valoradas en 11.800 reales, con una rendimiento anual de 354 reales.
20. La Cañada, haza de cinco celemines, de riego, valorada en 1.500 reales, rentaba cada año 45 reales.
21. El  Valle, haza de riego, once celemines, tasada en 2.100 reales y una renta estimada en 63 reales por año.
por año.
22. Barranco Hondo, un pedazo de tierra de 235 fanegas y nueve celemines con fábrica de salina, casa, pozo y pila, tasada en 12.400 reales y con una renta anual de 372 reales.
23. La Corona, un pedazo de tierra con olivos, una fanega y seis celemines, tasada en 5.450 reales y 163 reales de renta anual.
24. Puerto Alto, haza de riego, dos fanegas y nueve celemines con 107 matas de olivo, tasada en 3.820 reales y renta anual de 114 reales.
25. Colindante con el convento de Trinitarios Calzados, huerta de siete celemines con 57 olivos, tasada en 3.892 reales. Rentaba cada año 160 reales.
Los fincas urbanas del convento eran las siguientes:
1. Una casa en la calle de la Santísima Trinidad, valorada en 22.560 reales con una renta anual de 900 reales.
2. Una casa en la calle de la Santísima Trinidad, valorada en 4.367 reales con un rendimiento anual de 174 reales.
3. Una casa en la calle de la Santíima Trinidad, valorada en 6.360 reales con una renta anual de 250 reales.
4. Una casa en la calle de la Concepción Vieja, valorada en 4.222 reales, rentaba 168 reales por año.
5. Una casa en la calle de la Concepción Vieja, valorada en 3.407 reales con una renta anual de 136 reales.
6. Una casa en la calle de la Concepción Vieja, valorada en 2.680 reales con un rendimiento anual de 107 reales.
7. Un portal por bajo del Arco de San Lorenzo, valorado en 2.100 reales, con 24 reales de renta anual.
8. Una casa en la calle de Santo Domingo, valorada en 3.500 reales con una rendimiento anual de 140 reales.
La superficie de las fincas, en total, era de unas doscientas hectáreas y la renta obtenida ascendía a 5.139 reales anuales. Eran, en general, propiedades pequeñas o medianas más o menos dispersas, procedentes, en buena parte, de donaciones y mandas piadosas. La renta anual de los inmuebles urbanos era, en términos relativos, notablemente superior. La casa de la calle de la Trinidad, valorada en 22.560 reales, era más rentable (900 reales por año) que la casería de Puerto Alto, tasada en 25.888 reales y con una renta anual de 850 reales. Ocho fincas urbanas suponían la cuarta parte de las rentas anuales derivadas de todos los bienes inmuebles del Convento.

miércoles, 9 de marzo de 2016

DESTERRADO POR AMANCEBADO (1612)



Hace unas semanas escribí en Retablo de la Vida Antigua sobre don Alfonso de Vico, un personaje de Huelma que fue condenado a servir al Rey, como soldado en sus presidios, por su conducta descontrolada e incontinente. Ahora voy a referir otro caso ocurrido en la misma villa, aunque muchos años antes. Era el año 1612 y Sebastián García estaba en la cárcel pública al ser acusado por el alcalde ordinario de "zierto delito de amanzebamiento y otros en cuya birtud fue presso y lo está en dicha carzel muchos dias". Y no contento con su encierro "por el dicho alcalde a sido condenado a seys años de destierro desta villa y su termino y jurisdiccion, los quatro prezisos y los dos voluntarios". No debemos pensar que Huelma en el siglo XVII albergase una comunidad de acendrado puritanismo, implacable con los más desenfadados, o que, en cambio, el ambiente de desenfreno fuese tal que obligase a sus justicias a actuar con medidas draconianas. Estas situaciones eran y son propias de todo tiempo y lugar. Los amancebamientos fueron muy frecuentes en todos los estamentos. De vez en cuando, eso sí, había redadas y algunos desgraciados pasaban una temporada a la sombra.  Seis años de destierro no eran, precisamente, una pena moderada. Los alcaldes ordinarios, en muchas ocasiones, imponían a los procesados unas sentencias de tal severidad que no dejan de producir cierta estupefacción. Es, sin embargo, improbable que Sebastián García cumpliese tal pena y se viese obligado a vivir errante, dejado de la mano de Dios, durante media docena de años. Las sentencias dictadas por tribunales concejiles o señoriales eran frecuentemente recurridas y modificadas por la Justicia real. 
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*El testimonio consta en Archivo Histórico Provincial de Jaén, legajo 6.673, fol. 184, año 1612, ante el escribano Ortega Navarro.

jueves, 3 de marzo de 2016

FRAUDES CON EL TRIGO (1650)



En 1650, pasada la siega, los canónigos de la Catedral de Jaén, creo que muy airados, mandaron a una comisión al lugar de Villargordo, dependiente de la jurisdicción de Jaén, para que investigase y procediese debidamente "con los labradores que diezmaron trigo mojado"*. Era una ladina argucia de difícil explicación en el confesionario. Dios tendría piedad con ellos -pensarían los culpados- pues el apaño se hizo en año de peste y aguas.

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* Archivo Histórico Diocesano de Jaén, actas capitulares del Cabildo Catedral, 16 de septiembre de 1650

domingo, 28 de febrero de 2016

JORNALES Y VÍVERES EN JAÉN (1819)

Publico en Retablo de la Vida Antigua una relación de productos de primera necesidad con sus correspondientes precios. Podrá comprobar el lector la pobre capacidad adquisitiva del giennense corriente de los tiempos de Fernando VII. La penuria y las tripas mal gobernadas acompañaban al acontecer diario del vecindario. La dieta se resolvía a base de pan, habas, patatas, arroz y alguna propina ocasional de tocino o carnero. La opción de un buen plato de macho cabrío no parece, en nuestros tiempos, muy atractiva pero en aquellos años del Trágala era lo que había y no sin suerte. Puede leerse el artículo aquí.

sábado, 27 de febrero de 2016

PICARESCA, PESCADO Y EPIDEMIAS





En los  siglos XVI y XVII el gobierno municipal controlaba la comercialización del pescado en la ciudad. Todos los años, para su despacho, arrendaba las correspondientes tablas a varias pescaderas encargadas de venderlo. En 1593 éstas padecieron repetidos hurtos de pescado perpetrados por pícaros y descuideros. El Cabildo decidió "para que las pescaderas puedan mas vender el pescado sin que las personas que acuden a comprarlo se lo hurten y lleven, que en las dichas pescaderías se hagan unas rejas de palo para derivar a la gente que llegue a comprar, y de dentro pasa a los pasilos"*. Las pescaderas eran de armas tomar y famosas por sus modales rudos. Para apaciguarlas mandaron a los caballeros veinticuatro don Antonio de Leiva y don Juan de Moya y Valenzuela y al jurado Alonso Gutiérrez de Olivares. No sé si es casual el hecho de que el primero, don Antonio de Leiva, fuese capitán y un tipo enérgico y que, por tanto, fuese enviado a esa misión que podría considerarse de riesgo.

Otra fuente de disgustos, relacionada con el pescado, procedía de la creencia de que éste era un vehículo de contagio de la peste, al proceder del puerto de Málaga. Una medida frecuente, cuando había peligro de epidemia, era interrumpir todo contacto con dicha ciudad  pues, no sin razón, se consideraba que era vía de entrada de muchos contagios. En mayo de 1637 contaban en el Cabildo municipal: "la peste que dicen hay en Málaga tiene amedrentada mucho á ésta Corte temiendo que el contagio del aire no pase a infestarnos y desolar la tierra". En consecuencia "mandó en el tiempo de la peste no entrase el pescado de Málaga desde fin de mayo hasta noviembre siguiente". Se atribuía, en este caso, el brote de peste a un buque inglés que había traído "trigo mareado", es decir, en mal estado.  El pescado que se consumía en aquella época era normalmente abadejo o bacalao salado, como el que ofrecieron a Don Quijote en una venta, pero tampoco era inusual la venta de pescado fresco traído de la costa y conservado con nieve. Los obstáculos impuestos a la comercialización del pescado perjudicaron a asentistas, consumidores y vendedores al por menor. Esto llevó a que el Cabildo rebajase, en 1638, el precio de los alquileres de los puestos del mercado. El consumo de bacalao o abadejo se acrecentaba de manera evidente durante la Cuaresma**.
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*Sobre la reja de palo y los hurtos: Pedro de Jaén, "Papeles Viejos", Senda de los Huertos, número 37, 1995.


martes, 23 de febrero de 2016

EL HIDALGO Y EL OLVIDO (1707)

Don Manuel de Zambrana y Dávalos fue un hidalgo de Linares que vivió entre los siglos XVII y XVIII. Su mundo fue el del reinado de Carlos II. Imaginamos a don Manuel con su ropilla negra, el pelo largo y la espada ceñida. No debía de ser hombre alegre ni de muchas palabras. Cuando testó dio las oportunas instrucciones acerca de su entierro y exequias que debían efectuarse en Linares. Eligió como sepultura el Convento de San Juan de la Penitencia "por allarse como se allava con los demás sus hermanos fundadores de dicho convento". Por mortaja eligió el hábito de San Francisco "para ganar sus santos perdones". Pidió que su cadáver fuese acompañado por la Cruz de la parroquia de San Francisco, los cofrades de San Pedro y San Pablo y los frailes franciscanos. El cortejo estaría, además, alumbrado por ocho pobres con hachas en la mano. Después, cada uno de ellos, recibiría un vestido nuevo de paño de la tierra. Las misas por su alma se oficiarían en la ermita de Jesús del Llano de Baños de la Encina, en La Peñuela, en el Colegio de la Santísima Trinidad de Baeza y en las ermitas y santuarios de Linares. Después sólo quedaba el olvido.*
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*Archivo Histórico Provincial de Jaén, legajo 15.139, escribano Eufrasio Diego de Ahumada, folio 63 (1707)

jueves, 18 de febrero de 2016

CONDUCCIÓN DE GALEOTES (1661)




Peliaguda y triste tarea fue la arrostrada por un tal Alonso de Hervás en 1661. Se comprometió con el corregidor de Jaén a “la conducción desta ciudad a la de Granada de seis galeotes y quatro soldados de presidio y dos presos por una muerte”. Estaban los condenados en la Cárcel Real de Jaén. A los culpados de la muerte, tras dos jornadas de viaje, los dejaría, a buen recaudo en la Cárcel Real de Granada, entregados a su alcaide. A los condenados a galeras y a los presidios de África los conduciría hasta Málaga. Todos irían "con la custodia, guardas y prisiones necesarias para su seguridad”*. La paga que recibiría Hervás, tras haberse rematado en subasta pública, era de 900 reales sin contar 635 reales librados para gastos de manutención, posada, camisas y alpargatas. Era viaje arriesgado pues los conducidos a galeras harían todo lo que estuviese en su mano para fugarse, y poner tierra de por medio, antes de ingresar en ese infierno en vida que eran el banco y el remo.
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* Archivo Histórico Provincial de Jaén, ante el escribano Ramos de Ulloa, legajo 1.706, folio 59  1661. Ilustración: BNE, CC.

lunes, 15 de febrero de 2016

BANDIDOS FUSILADOS EN EL CASTILLO DE SANTA CATALINA (1833)



El 24 de septiembre de 1833, relata el Boletín Oficial de Jaén, fueron pasados por las armas, en el Castillo de Santa Catalina de Jaén, Antonio Maldonado y Felix Barranco La Chota, vecinos de Dalías, Pedro Ruiz La Negrita, vecino de Benamocarra. Eran autores de varios robos con homicidio, estupros y violaciones. Entre sus maldades destaca la amenaza que hicieron a un pobre viajero de freírle la asadura y, para ello, prepararon una sartén que pusieron al fuego. Capaces eran, desde luego, de tal infamia. Los tres habían estado en distintas prisiones. El día 19 de de dicho mes se amotinaron  e intentaron asesinar al oficial que los custodiaba con el fin de darse a la fuga. Este hecho precipitó su ejecución que fue presenciada, además, por Juan Benítez, Juan Manuel Berdún y José Montilla implicados en dicho motín. Fueron procesados y condenados por la Justicia militar.

jueves, 11 de febrero de 2016

MAESTROS PARA MANCHA REAL (1816)

En el Diario de Avisos de Madrid, del doce de noviembre de 1816, se informaba de la existencia de una vacante de maestro de primeras letras en Mancha Real. El puesto contaba con una dotación de 260 ducados anuales "y lo que estipule con los padres de los niños pudientes". Sin ser un sueldo muy alto, suponía más del doble de lo percibido por un jornalero del campo durante nueve meses de trabajo continuo, sin contar lo aportado por los alumnos de pago. Se advertía que "el que quiera hacer pretensión a dicho magisterio ha de estar aprobado por el Consejo  [de Castilla]" y se indicaba que todo aspirante podía presentar "su memorial al ayuntamiento de dicha villa, o a su apoderado en esta Corte D. Luis Bartolomé Calvo" que, por cierto, vivía en la calle del Pez, número 3, cuarto principal*.
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*Bueno es saber que al currículum se le llamaba memorial.

sábado, 6 de febrero de 2016

DOS CABALLOS DE LOS CONDES DE LAS ALMENAS



El primero, que aparece en la ilustración, perteneció a don José María de Palacio, conde de las Almenas. Se llamaba Castellano era de raza andaluza, tordo y con "once dedos sobre la marca". Lo destinaron a las caballerizas reales para su uso como montura y tiro. Esta condición de caballo palaciego y de casa grande le costó ser subastado cuando llegó la I República. Otro caballo memorable fue Impresor, adquirido por don Francisco Javier de Palacio, también conde de las Almenas e hijo del anterior. La caballería tenía seis años, procedía de la ganadería de los Guerrero, de Jerez, y medía doce dedos de altura. Ganó dos menciones honoríficas, en 1880 y 1881, en exposiciones de ganados en Sevilla además del premio extraordinario en la celebrada en Madrid, también en 1881. Don Francisco Javier de Palacio, muy preocupado por los asuntos agropecuarios, pensaba emplear al caballo como semental. Por las alabanzas que le prodigó la prensa especialiada, debió de ser un ejemplar de categoría y valor.


martes, 2 de febrero de 2016

LOS HIJOS DEL CONDE DE VILLARDOMPARDO

Don Fernando de Torres y Portugal, I conde de Villardompardo, fue un aristócrata giennense que llegó a mucho, nada menos que a virrey del Perú. Vivió en los tiempos de Felipe II y tuvo muchos hijos, unas dos decenas. Hubo, entre ellos, soldados que estuvieron en Lepanto, Flandes y en la jornada de la Isla Tercera y alguno que participó en hechos de armas contra los corsarios ingleses. Sirvieron bien a su Rey y al buen nombre de su Casa. El Conde tuvo, además, un hijo franciscano y otro jesuita.  Son un buen ejemplo de las elites españolas de aquellos siglos en los que la Monarquía católica regía dos mundos. Sobre estos personajes, ya olvidados, escribí hace unos años una entrada en Retablo de la Vida Antigua. http://retablodelavidaantigua.blogspot.com.es/2010/11/aristocratas.html

domingo, 31 de enero de 2016

PAVOS ENVENENADOS EN OTIÑAR (1884)


El último domingo de junio del año 1884 en Otiñar (Jaén) perecieron envenenados veintiseis pavos y un gallo. Los vecinos, que no estaban los tiempos para remilgos, se distribuyeron las aves y en una casa decidieron preparar un guisado de pavo. No era mal condumio en aquellos tiempos de poca abundancia. Un pavo, a seis meses de las Pascuas, era un plato difícil de rechazar. El júbilo, sin embargo, se trocó en espanto cuando una mujer comenzó a sentir síntomas de envenenamiento tras tan abundante almuerzo. Pensaban que se moría y los vecinos se daban golpes de pecho. "Se ha logrado evitar una gran catástrofe", informaba El Globo del cuatro de julio de dicho año. No dicen los periódicos que acabase el asunto en males mayores y parece que, afortunadamente, todo quedó en nada. La muerte de las aves debió de ser accidental al ingerir éstas algún tipo de veneno de los que se utilizaban en aquellos tiempos para matar zorros, hurones y otras especies.
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*El pavo de la fotografía, aunque antiguo, no es de los de Otiñar sino de otros pagos.

miércoles, 27 de enero de 2016

LOS NEGOCIOS DEL ERMITAÑO DE NUESTRA DE LINAREJOS

Hace unos años escribí sobre un ermitaño del santuario de Nuestra Señora de Linarejos, situado en Linares, provincia de Jaén*. Se llamaba Pedro Luque Butrón, era natural de Estepa, Reino de Sevilla, e hijo de Bartolomé Luque Butrón y de María Calderón. Vivió en la segunda mitad del siglo XVII y durante los primeros años del XVIII. En 1709 testó ante el correspondiente escribano y dijo, con ejemplar conformidad, estar postrado "en cama de la enfermedad que Dios Nuestro Señor me ha servido me dar". Decía ser mozo -que era el nombre que se daba a los solteros- de más de sesenta años. Reconocía haber recibido, en su enfermedad, los cuidados de una terciaria franciscana llamada Damiana Laguna. Además de las habituales mandas piadosas, propias de los testamentos de la época, el ermitaño daba cuenta y razón de ciertas actividades no muy adecuadas para la vida eremítica. Pedro Luque no sólo rezaba, tañía campanas, barría y mantenía, con presumible decoro y cuidado, la ermita sino que también prestaba dinero.

En su testamento incluyó una nutrida nómina de deudores. En general se trataba de sumas modestas y medianas; desde los 15 reales de a ocho a los 500 reales de vellón, cantidad que le adeudaba don Juan Pessoa, probablemente de ascendencia portuguesa y judeoconversa, relacionado con el tráfico de plomo y la fabricación de alcohol, muy propio del Linares de aquellos años. La mayoría de los préstamos se limitaba a pequeñas transacciones realizadas con trajinantes y arrieros. Es seguro que cobraba algún interés a cambio aunque lo normal en la época era encubrir la operación como una acción desinteresada y ajena a cualquier intención lucrativa. El préstamo con interés se consideraba logro o usura, una práctica perseguida, mal vista y, además, condenada por la Iglesia. 

El ermitaño se manejaba muy bien con la gran variedad de monedas en circulación -vellón de distintas calidades, maravedíes, reales, ducados y escudos- muestra del desbarajuste monetario de la época. Aunque a una escala modesta, el santero de Linarejos contribuía a la economía local facilitando liquidez a los que carecían de ésta. No había sistema financiero ni bancos, ni otro recurso que recurrir a pequeños prestamistas para salir de apuros. Las garantías de devolución, muy precarias, se compensaban con intereses muy altos. Pedro Luque complementaba sus finanzas con unas discretas inversiones. En su testamento menciona una partida de 3.078 reales de vellón confiada a un vecino de Linares llamado Andrés Mosquera Tenorio, hombre de apellidos influyentes en la comarca.

El ermitaño quizás tenía sus escrúpulos de conciencia pues, como decíamos, tanto negocio no era ocupación muy acorde con su ministerio. Es posible que pretendiese restituir ganancias de dudosa licitud cuando decidió declarar "por mi única y universal heredera" a Nuestra Señora de Linarejos. Los bienes del testador se emplearían, tras su muerte, en el mantenimiento del santuario y obras piadosas. Si esto no era posible, mandó que su patrimonio pasase a disposición de los franciscanos del convento de San Francisco de Linares. A su manera, Pedro Luque -ermitaño y natural de Estepa- desmentía lo afirmado por Max Weber. Nadie podrá decir que, al menos en este caso, el catolicismo fue incompatible con el capitalismo.
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LADRONES DE GANADO EN EL SIGLO XVIII

En el Jaén de los siglos XVII y XVIII eran más frecuentes los casos de violencia, incluso con resultado de muerte, que los robos. Este hecho puede deberse a un arraigado respeto a la propiedad privada pero también a la severidad de las leyes que castigaban hurtos y robos. Las estocadas se tenían en cosa de poca importancia, si todo quedaba en unas heridas, e incluso las muertes se arreglaban concertando perdones y compensaciones económicas a las partes perjudicadas. No significaba, sin embargo, que los ladrones fuesen inexistentes. Tras repasar mis notas de archivo*, encuentro varios casos procedentes de protocolos notariales ocurridos entre 1760 y 1782.

En 1769, don Juan Alonso de los Ríos denunció el robo de  medio centenar de cerdos, descritos como reses "grandes y pequeñas" que pastaban en el término de Campotéjar, en Granada pero muy cerca de Jaén. Al parecer, algunas habían sido localizadas en Noalejo. En ese mismo año, el conde del Donadío puso en conocimiento de la Justicia el hurto de unas vacas. Al año siguiente fue apresado Cristóbal de Navas por su relación con el caso y "la sustrazión, ocultación, muerte, benta [...] de las reses bacunas" de tan linajudo propietario. En 1770, Pedro de Cuevas estaba en la Cárcel Real por "supuesta extracción de ganados cabríos".  En 1771, don Ignacio de Sanmartín Covaleda, fue víctima de un hurto de ganado lanar e informó al correspondiente escribano de la captura de los receptadores de las reses, llamados Joaquín Manjón y Fernando de Ortega, vecinos de Jaén. En 1777, hubo un robo de ganado aunque no en despoblado sino en las afueras de Jaén, así una escritura menciona la "substracción de tres carneros de un corral que se halla junto a la Puerta Barrera de esta dicha ciudad". Fue culpado del hecho un vecino llamado Joaquín Castillo al que le intervinieron "cierta llave, partido un hoyo y dádole el nombre de ganzúa". En 1781 un individuo llamado Salvador Ruiz fue acusado de robar un cerdo y al año siguiente fue capturado y culpado del robo de ganado vacuno. Fue condenado a servir en los presidios de África, donde se encontraba en 1782.

La inseguridad en el campo queda de manifiesto en los casos de asaltos y escalamientos en cortijos y caserías. En 1771, Luis de Molina fue acusado de robar trigo y cebada en un cortijo del pago de Cuevas. Un año antes, Cristóbal de Aranda, vecino de Jaén, declaró que "allándose de maestro de molino harinero en el que llaman de Valparaíso El Alto, yendo a él encontró la nobedad de aber escalado la casa y de ella extraído diferentes piezas de herramientas y sobre su paradero a practicado varias diligencias [...] resultando de ellas algunas personas reas".

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*Archivo Histórico Provincial de Jaén, legajo 1.949, fol. 239, (1769), legajo 2.146, folio 21, (1769-1770). Ibíd., legajo 2.144, folios 58, 67 y 71 (1771), 2.161, fol. 292. (1777), legajo 2.144, folios 70 y 164 (1770), legajo 2.212, folios 38 y 58 (1781-1782)

lunes, 18 de enero de 2016

EL ARCIPRESTE DON EZEQUIEL MUDARRA

Don Ezequiel Mudarra Romero (1867-1934)

Nació en abril de 1867 en Charilla, una aldea de Alcalá la Real, al sur de la provincia de Jaén. No era un lugar desde el que fuese fácil iniciar una gran carrera pero sus indudables cualidades intelectuales, además del oportuno parentesco con don Prudencio Mudarra Párraga -su tío, marqués consorte de Campoameno, diputado a Cortes y rector de la Universidad de Sevilla- le permitieron ocupar una posición notable en su tiempo y de gran relevancia entre los suyos. La historia de don Ezequiel bien podría haber sido la de un hombre de siglos anteriores. Todavía, incluso, en la España de la Restauración, la carrera eclesiástica, la condición de jurista, las armas, la administración o la Corte eran los caminos habituales para la promoción personal y social. Don Ezequiel eligió el sacerdocio aunque, como veremos, fue también letrado, capellán castrense, secretario y, a su manera, cortesano.

Don Ezequiel se formó en los seminarios de San Felipe Neri de Baeza y de San Cecilio en Granada. En 1891, con veinticuatro años, era ya presbítero. Hizo una buena carrera eclesiástica y, podríamos decir, mundana gracias a su preparación intelectual y sus buenas relaciones. Tenía varios títulos académicos: bachiller en Artes, licenciado en Teología, en Filosofía y Letras y en Derecho. La relación de asignaturas que estudió y superó durante su época estudiantil  no deja de producir asombro y desmiente el tópico de un clero mal preparado. Ejerció, además, como catedrático de Literatura en el Seminario de Jaén, entre 1892 y 1896, y como auxiliar de una cátedra de Instituto en Sevilla. Dentro de la carrera eclesiástica, fue capellán castrense y capellán del Hospital Militar de Santa Cruz de Tenerife en 1895. Opositó y ganó una canonjía en de la Iglesia Magistral del Sacromonte de Granada. En 1906 era ya beneficiado de la Catedral de Sevilla, en 1909 obtuvo otro beneficio en Madrid, en 1916 ascendió al arciprestazgo de Sevilla y en 1928 alcanzó la dignidad de deán de Madrid.

Aunque tales prebendas no eran asunto menor, unos de los cometidos más sobresalientes de don Ezequiel fue su condición de secretario particular de la infanta Doña Eulalia de Borbón, hija de Isabel II, casada con Don Antonio de Orleans, y de sus hijos los infantes Don Alfonso y Don Luis de Orleans. Era un hombre especialmente valioso pues su formación le permitía ser, al mismo tiempo, confesor, director espiritual, secretario, apoderado y, por su condición de abogado, colegiado en Sevilla y Madrid, consejero legal. Don Ezequiel acompañaba a los infantes en sus viajes, bien a Madrid o a Sanlúcar, los recibía a su vuelta de Inglaterra, o cuidaba de ellos cuando Doña Eulalia estaba de viaje. También contó con la confianza de la infanta Doña Beatriz de Sajonia-Coburgo-Gotha, casada con Don Alfonso de Orleans. La cercanía de don Ezequiel fue decisiva momentos especialmente delicados, como cuando acompañó a Don Alfonso, en 1919, al traspaso del Palacio de su padre, Don Antonio de Orleans, en Sanlúcar, y a la verificación del inventario de numerosas y valiosas obras de arte que allí había, incluidos cuadros de Velázquez, Murillo y Goya, o de los sucesos relacionados con la muerte de del citado Don Antonio, distanciado de su familia.

El caso de don Ezequiel, nacido en una aldea y procedente de una decorosa burguesía rural, era digno de admiración. Sus tareas al lado de personajes tan complejos, desasosegados y peculiares como los Orleans debían de ser tarea muy difícil. Eran tiempos en los que la cercanía a las familias reales, aún en sus ramas secundarias, aportaba influencia, poder y, sobre todo, mucho brillo. Después de la Gran Guerra todo esto comenzó a cambiar pero en España tal situación se mantuvo unos años más. El grado de confianza del clérigo con los Orleans era tal que llegó a construir una casa en Frailes con la esperanza, creo que defraudada, de que tan ilustre y complicada familia se hospedase allí y, de paso, se beneficiase de las aguas de un balneario cercano. La casa -grande, principal y todavía conservada-  era quizás demasiado sencilla para unos infantes acostumbrados a otras grandezas y pompas a los que poco les podía atraer pasar temporadas en un pueblo de Jaén. Don Ezequiel tuvo actividades financieras, en 1933 formaba parte del Consejo de Administración de la compañía de seguros Minerva, presidido por el conde de Colombí, como asesor jurídico. Se conservan fotografías, publicadas en la prensa económica de la època, de la inauguración de la sede de dicha entidad en Madrid, en alguna aparece don Ezequiel, ya mayor, con gesto inteligente y desconfiado

La llegada de la II República debió de provocar tremendas congojas en don Ezequiel. Su mundo -católico, monárquico e incluso cortesano- se desmantelaba. No se arredró y su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos se puso en marcha. Se adivina el pragmatismo de don Ezequiel desde el primer momento. Es más, trató de congraciarse con el nuevo régimen. Frente a los tópicos al uso, ésta fue, en la medida de lo posible, la actitud de la jerarquía católica. El 16 de abril de 1931, dos días después de la caída de la Monarquía, don Ezequiel, como deán de Madrid y don Juan Aguilar Jiménez, en nombre del Cabildo Catedralicio, entregaron a don Fernando de los Ríos, ministro de Justicia, una copia del acta en la que la diócesis de Madrid-Alcalá "por unanimidad" aceptaba el nuevo régimen "cualesquiera que fueren las excitaciones belicosas que se les dirigieren en ese sentido"* Don Ezequiel llegó, incluso, a publicar en un periódico republicano un comprometido análisis del desenlace de las elecciones a Cortes constituyentes de junio de 1931** que dieron una victoria clara a las izquierdas. En su escrito atacaba sin reservas a los candidatos monárquicos, justificaba el rechazo que causaban en el pueblo "los hombres representativos del antiguo caciquismo que deshonró al país y engendró la dictadura", consideraba que las derechas habían presentado candidatos "disfrazados" de las viejas oligarquías y advertía al Gobierno que "el peor enemigo son estos reptiles escurridizos tan propicios a la metamorfosis". También ensalzaba a Lerroux, mostraba su admiración por la organización electoral de los socialistas y extraía unas "consoladoras enseñanzas", de los resultados de los comicios. Abogaba por que las Cortes adoptasen una política centrista y proponía a Gregorio Marañón como presidente de la República. Tras leer su artículo nadie pensaría que Don Ezequiel había sido hombre de la confianza de personas de sangre real o quizás mantuviese una mala opinión de Alfonso XIII precisamente por su mala relación con los Orleans. Con todo, don Ezequiel, que tanta intuición tuvo, hombre de sagacidad probada, pecó de ingenuo y es posible que de maniobrero. Ni los tiempos ni los modos eran ya los de la Restauración que tanto decía detestar y en la que él vivió sin mayores problemas. Su condición, por mucho que él lo intentase, no encajaba con el nuevo régimen. Así, fue objeto de una acusación por parte de la prensa republicana y, al parecer, del Fiscal General de la República, en 1932, por la presunta y rocambolesca desaparición de uno de los dos testamentos del infante Don Antonio de Orleans, hecho que relacionaron con un supuesto hijo natural de éste. Desconozco el final de este asunto aunque don Ezequiel negó con contundencia cualquier irregularidad al respecto**. No era la primera vez que mantenía polémicas en la prensa.

Don Ezequiel murió en Madrid el 24 de abril de 1934. Dios le ahorró vivir la Guerra Civil y conocer el asesinato de su hermano en Frailes por militantes de izquierdas. Allí se conserva su panteón, testigo de otro tiempo. 

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*Se recoge en Álvarez Tardío [et al.] "Nuevos estudios sobre la cultura política en la II República Española, 1931-1936" y en Cárcel Ortí, V. La persecución religiosa en España durante la II República (1931-1939), Rialp, 1990.
**Crisol, 7 de julio de 1931. No daba puntada sin hilo don Ezequiel, era el periódico afín a la Agrupación al Servicio de la República.
***Luz, 22 de febrero y 5 de marzo de 1932

sábado, 16 de enero de 2016

UN NUEVO BLOG EN LAS VÍSPERAS DE SAN ANTÓN



Desde el otoño de 2010 edito y escribo Retablo de la Vida Antigua. Se trata de un cuaderno sobre la vida de los españoles de antaño. Si bien he publicado numerosas entradas relacionadas con el pasado de Jaén en dicho blog, he decidido -no sin darle muchas vueltas a la idea- crear una bitácora hermanada con la anterior y centrada en la historia giennense. Los lectores de Retablo de la Vida Antigua reconocerán con facilidad dicho parentesco. Escribiré sobre gente de otro tiempo, sobre formas de vida del pasado, mentalidades, creencias y aspectos políticos, institucionales y económicos del Jaén de ayer. El marco cronológico abarcará un espacio muy amplio, desde los siglos bajomedievales al primer tercio del siglo XX. De las cosas de hogaño nada habrá pues yo sólo escribo de antigüedades y de personajes olvidados. Otros serán los que se ocupen en sus escritos de lo que ahora pasa. En fin, si mi primer artículo en Retablo de la Vida Antigua apareció, hace más de cinco años, por un día de san Lucas, creo que hoy -víspera de san Antonio Abad, patrón de animales y bestezuelas, protector contra fuegos y centellas, muy famoso y celebrado en mi ciudad- puede ser buena fecha para meterme otra vez en caballerías y contar con la segura bendición de un santo de tanto lustre. Espero de todos ustedes, y bien que se lo agradezco de antemano, su atención y benevolencia.