sábado, 29 de noviembre de 2025

DON ALONSO VÉLEZ ANAYA Y MENDOZA

 Nació en Castillo de Locubín en noviembre de 1588. Era hijo de don Alonso Vélez de Mendoza y de doña María de Aranda y Medrano. Por parte de padre y madre descendía de los que defendieron la Frontera y tomaron Granada. Uno de sus antepasados fue el capitán García Ramírez de Jaén, de memorables hechos. También procedía de los Aranda que, por las tierras de Alcalá la Real y Castillo de Locubín, mandaron, y aguantaron firmes, talas y cabalgadas. Don Alonso venía de un mundo de alcaides de castillos, de capitanes y adalides. Tengo por seguro que en su niñez le contaron mil historias de aquel tiempo de proezas dignas de ser recordadas en crónicas y romances. Esto no podía ser infrecuente en el Jaén de finales del siglo XVI.  Decían también que don Alonso venía, por alguna de sus líneas familiares, de nobles granadinos, de cuando los nazaríes reinaban en Granada. Estas raíces familiares fueron aireadas por sus enemigos, que los tuvo y muchos, cuando don Alonso debió someterse a las obligadas pruebas para vestir el hábito de Santiago y también para acceder a una de las diez familiaturas del Santo Oficio de Jaén. La genealogía siempre ha sido, antaño y hogaño, un campo minado. Conocedor de las maniobras de los que no lo querían, don Alonso Vélez advirtió a los inquisidores que algunos “con malos ánimos querrán oscurecer mi limpieza y buen nombre y las grandezas y calidades y hábitos de las órdenes militares y mercedes de los señores Reyes de Castilla de mis pasados y mayores sigún lo an publicado y de presente lo an executado". Nunca fue don Alonso hombre timorato, ni escondió la cabeza ante pleitos, querellas y desafíos. Uno de sus mayores enemigos fue don Juan de Pareja, un caballero de arranques violentos y terribles. Eran tiempos en los que los agravios pasaban de padres o hijos y los años, lejos de atenuarlos, los enconaba todavía más.

Don Alonso Vélez fue caballero veinticuatro de Jaén desde 1616. No fue el primero de los suyos que se sentó en los bancos del Cabildo municipal. Perpetuó su veinticuatría en 1617  tras pagar a la Corona 170.000 maravedíes. Eran años en los que las arcas reales estaban a dos velas y la Real Hacienda, sin muchos mohines, vendía lugares, enajenaba oficios y, como en este caso, los perpetuaba, previo pago, para que sus propietarios pudiesen transmitirlos, venderlos, arrendarlos o incluirlos en sus mayorazgos sin las limitaciones y plazos habituales. Una veinticuatría de Jaén siempre daba  lustre y, además, permitía  la posibilidad de ser procurador de Cortes con todo lo que eso suponía en los reinados de Felipe III y Felipe IV. Pero don Alonso no fue un veinticuatro más, no había ingresado en el Cabildo municipal de Jaén para medrar o figurar sino para servir al Rey y a la Ciudad. Nacido en el año de la malograda empresa de Inglaterra, vivió en unas décadas decisivas y dolorosas para cualquier español de su generación, la que fue testigo de la declinación, todavía no irreversible, de la gran Monarquía Católica. En las sesiones de Cabildo demostró siempre su independencia y una actitud muy crítica hacia la política del Conde Duque, rechazó cualquier limitación a las franquicias y privilegios de la Ciudad y se opuso a las crecientes exacciones fiscales. Su honrosa conducta no favoreció sus intereses personales y quizás impidió lo que, debido a su valía, pudo haber sido una buena carrera al servicio de la Monarquía. En 1635 acudió al llamamiento que el Rey hizo a los hidalgos de Jaén para las guerras con Francia. En 1640 estuvo en la Corte y, en ese año, fue nombrado capitán de Corazas de la Nobleza de Jaén. De su experiencia militar en las guerras de Cataluña y Portugal, si al final la tuvo, nada sabemos. 

Don Alonso Vélez Anaya y Mendoza era devoto de Nuestra Señora y gobernó la Santa Capilla de San Andrés en 1645. En  la fachada de sus casas principales, junto a la Catedral, hay dos escudos. En uno de éstos se proclama: Ave María Gracia Plena. Fue buen caballero don Alonso y bien merece nuestro recuerdo.

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(Angel Aponte Marín, en Siempre, Boletín de la Santa Capilla de San Andrés, Jaén, febrero de 2022)


martes, 4 de noviembre de 2025

PUESTOS DE VINO (1700)

El Cabildo municipal de Jaén contaba con muchas atribuciones para regular el comercio local. Entre éstas, estaba la facultad de conceder las correspondientes licencias para instalar puestos y tablajes para la venta de vino, pescado, verduras y demás productos. Los de vino debían estar separados por una distancia mínima de cien pasos. Era una medida destinada a evitar trifulcas entre vendedores y, de paso, la concentración de demasiados bebedores en espacios reducidos. Esta norma no siempre se respetaba. Así, en 1700, María de Salazar arrendó un puesto de vino añejo al Ayuntamiento, "en el Mercado y esquina de la Fontanilla. era un buen lugar por el que pagó 18 ducados anuales, una notable inversión para una economía modesta. Los buenos auspicios del negocio se ensombrecieron cuando María descubrió que otro expendedor de vinos, Juan Rentero, instaló con absoluta desenvoltura su puesto a tres pasos del suyo "ocasionándole por este medio mucho perjuicio y pérdida". No dudó en denunciar este hecho ante el Cabildo municipal. 


miércoles, 29 de octubre de 2025

DON JUAN DE QUESADA MONROY

 Don Juan de Quesada y Monroy fue cofrade de la Santa Capilla y vivió en los tiempos del Quijote y de Velázquez. Era hijo de Benito de Quesada, veinticuatro de Jaén, y de doña Antonia de Monroy. Don Juan fue también caballero veinticuatro y en 1615 perpetuó su oficio. Contó siempre con gran prestigio en la ciudad y demostró, en las ocasiones que se ofrecieron, una gran diligencia en el ejercicio de sus tareas.

Tuvo la buena fortuna de asistir a las Cortes convocadas en 1598, al comenzar el reinado de Felipe III, junto a su pariente don Cristóbal de Biedma Monroy. Los dos procuradores por Jaén presentaron al Rey un memorial muy detallado que recogía buena parte de los problemas y aspiraciones de la Ciudad. Los inicios de los reinados se vivían como el comienzo de un tiempo nuevo y siempre se solían proponer cambios y reformas que al final quedaban en nada o en muy poco. Era la época de los arbitristas, de los ingenios siempre dispuestos a aliviar los males del Reino con los más variados remedios. Los servicios de don Juan de Quesada y Monroy como procurador de Cortes le aportaron -además de los habituales gajes, ayudas de costa y mercedes- experiencia y autoridad en el seno del Cabildo municipal. También, por supuesto, el honor que la cercanía del Rey siempre deparaba. Así, en 1601, entre otros ceremoniales, formó parte de la comisión, enviada por Jaén, para dar la enhorabuena al Rey por el nacimiento de Doña Ana de Austria que sería, pasados los años, reina de Francia y madre de Luis XIV. En nuestra ciudad se organizaron grandes regocijos para festejar tan gran suceso aunque hubo que aplazarlos por el mal tiempo y por lo avanzado del otoño.

No era lego en cuestiones castrenses y esta querencia le venía de familia  pues los Quesada habían sido, de siempre, buenos soldados. Ya se sabe: “en diciendo Quesada soldado es decir valentísimo”. Así lo recogió Ximénez Patón al escribir sobre el gran don Bernardino de Quesada. Don Juan de Quesada y Monroy fue capitán de infantería y en 1597 se puso al frente de una compañía, formada por doscientos soldados de Jaén, para rechazar un posible ataque inglés contra Sevilla o Cádiz. El veinticuatro Antonio de Leyva, que lo acompañó, se puso al frente de la caballería. Otra prueba de sus conocimientos militares es el proyecto que presentó a las Cortes para reformar y revitalizar la caballería de cuantía, herencia de los tiempos de la frontera. Desde 1601 fue alcaide de las fortalezas de Cambil y Alhabar, que restauró y donde además mandó labrar una capilla y dotarla debidamente. Consiguió, por sus desvelos en la Corte, que dicha alcaidía fuese siempre ejercida, de manera directa o mediante un teniente, por un caballero veinticuatro de Jaén y, de esta manera, evitar su venta a algún particular en un tiempo en el que se hacía almoneda con todo tipo de cargos, jurisdicciones y oficios públicos. También se opuso a que dicha alcaidía fuese desempeñada por los jurados que, en  aquellos años,  pretendían obtener más y mayores preeminencias en el gobierno de la Ciudad. Don Juan de Quesada y Monroy fue, asimismo, corregidor de Mata Bejid donde había una fortificación y un calabozo, supongo que bastante lóbrego, para poner a buen recaudo a los que talaban, roturaban o carboneaban en la dehesa sin las pertinentes licencias. Menos afortunado fue su paso por la judicatura de millones, en 1612, junto a don Pedro de Gámiz Saavedra, con el que estaba emparentado. Los dos, por embrollos contables y ciertas diferencias con el Consejo de Hacienda, fueron encarcelados aunque por poco tiempo. En aquellos años no era difícil acabar en la Cárcel Real o bajo arresto domiciliario cuando las cuentas y arqueos no cuadraban o los corregidores perdían la paciencia. Nuestro hermano, el caballero don Juan de Quesada y Monroy, murió octogenario en el infeliz año de 1640. Lo enterraron en San Ildefonso.

(Ángel Aponte Marín, Siempre, Boletín de la Santa Capilla de San Andrés, Jaén, mayo de 2022)


jueves, 23 de octubre de 2025

VENTA DE AGUARDIENTE (1749)

El aguardiente era un producto de consumo general. En Jaén, a mediados del siglo XVIII, había al menos diez puestos en los que se despachaba tal bebida, la mitad de éstos regentados por mujeres. Eran los siguientes:

Calle de la Custodia, a cargo de María de Castro.

Caños de San Pedro: a cargo de Leonor de Vico.

Puentezuela: a cargo de Francisco de Cárdenas.

Los Morales: a cargo de Francisco Callejón.

Pastelerías: a cargo de Francisco de Archillas.

Junto a la Ermita de San Antonio de Padua: a cargo de Elena de Archillas.

Callejuela del Baño: a cargo de doña Ana Ladrón.

Espartería: a cargo de María Antonia González.

Plaza del Mercado: en la que despachaba Juan Palacios.

Fontanilla: a cargo de Luisa Colorado.

Por la concesión de las correspondientes licencias para vender "aguardiente y demás licores" estos vecinos pagaban al Concejo 5.918 reales. El aguardiente estaba, además, sujeto a determinados impuestos que estaban arrendados a don Francisco de Llamas, don Fernando Téllez, Francisco Caballo y, como fiador, don Francisco de Andújar.  Junto a los citados puestos había un número indeterminado de cosecheros eclesiásticos, tanto seculares como regulares, que vendían aguardiente en sus casas.

sábado, 30 de agosto de 2025

TABACO DEL BRASIL (1765)

El contrabando de tabaco estuvo muy extendido en Andalucía durante los siglos XVIII y XIX, en perjuicio de las arcas reales y de los estanqueros que, todo sea dicho, también lo ejercían si había ocasión. Un caso fue el del veguero Diego de Mesa, procesado en 1765 "por la introduzión fraudulenta de quinze libras de tabaco del Brasil en el término de la villa de Villardompardo por dos hombres que hicieron fuga, forasteros que no pudieron ser aprehendidos".

lunes, 10 de junio de 2024

DON GASPAR VÉLEZ DE MENDOZA Y ARQUELLADA

Don Gaspar Vélez de Mendoza fue veinticuatro de Jaén y gobernador de la Santa Capilla. Nació hacia 1570 y, según don Enrique Toral, era hijo de un capitán de los Tercios llamado Miguel Jerónimo de Mendoza y de doña Catalina de Quesada y Covaleda. La tradición militar le venía de los días de la frontera pues descendía del capitán García de Jaén. Casó en Linares con doña Mayor de Corvera Dávalos y tuvo una hija, llamada doña Catalina, dotada por la Santa Capilla y que contrajo matrimonio con un pariente, nada menos que con don Alonso Vélez Anaya y Mendoza, veinticuatro de gran fama, del hábito de Santiago y gobernador de la Institución. Nuestro caballero fue, además, primo de doña María de Mendoza, fundador de un patronato en la Santa Capilla en 1640. 

Don Gaspar militó en una liga formada por los caballeros más críticos con la política fiscal de la Corona y que un corregidor de Jaén calificó como “los más duros y tenaces”. Algunos fueron cofrades de la Santa Capilla e incluso la gobernaron como fue el caso de don Ambrosio Suárez del Águila, don Antonio Fernández de Biedma y don Fernando Castrillo de Mendoza. Así, en 1598, cuando se procedió a votar en el Cabildo municipal el servicio de los 500 cuentos (un cuento era un millón de maravedíes), el corregidor don Antonio de Vega, maniobró para neutralizar a los caballeros que consideraban que ya estaba bien de impuestos, entre los que estaba don Gaspar, y convenció a don Bernardo de Sandoval y Rojas, obispo de Jaén, para que los llamase a capítulo, uno a uno, les leyese la cartilla y entrasen en razón. No era asunto menor ni cosa ligera ser convocado por un obispo del siglo XVI, acceder a sus estancias y, una vez allí, mantenerse firme bajo una lluvia de admoniciones y argumentos, todos bien trabados, sobre la conveniencia de conceder lo pedido por el Rey. A pesar de que el Obispo les apretó, parece que aguantaron bien. El Corregidor, para impedir que votasen y pudieran soliviantar al resto de los caballeros, decidió alejarlos de Jaén o ponerlos a buen recaudo. A unos los envió a Huelma, con el pretexto de perseguir ciertas talas ilegales, y a otros, en concreto a don Antonio Fernández de Biedma y a don Gaspar Vélez de Mendoza, los mandó encarcelar. A pesar de todo, no quedó nuestro caballero ni intimidado ni impresionado pues en 1600 don Gaspar se opuso al servicio de los 18 millones, que gravaba los precios del aceite y el vino, por ser “mucha carga para los pobres que son los que lo compran por menudo y que han de cargar la mayor parte sobre ellos”. No le faltaba razón ya que los poderosos estaban sobrados de lo uno y de lo otro gracias a sus haciendas y labranzas. En 1602, no sabemos si por hartura o necesidad, renunció a la veinticuatría. Años después, en 1609, fue elegido gobernador de la Santa Capilla.

(Ángel Aponte Marín, Siempre, Santa Capilla de San Andrés, núm. 21, junio de 2024.)


viernes, 26 de abril de 2024

DON ALFONSO MONGE AVELLANEDA

 

(Imagen: Creative Commons Reconocimiento 3.0. Información obtenida del Portal de la Junta de Andalucía, Biblioteca Digital Andaluza. Procede de Don Lope de Sosa, 1915, p. 121, abril, 1915)

Nació en 1876, el año en que se aprobó la Constitución de Cánovas. Me pregunto si lo bautizaron con ese nombre en honor a Alfonso XII. Era natural de Pozo Alcón y, si bien nunca olvidó su origen, su vida estuvo unida a Jaén donde vivió en las calles Abades, Camarín de Jesús y Martínez Molina. Por su biografía, deduzco que fue un hombre inquieto, muy sociable, despejado y de probada capacidad de superación. Gracias a estas cualidades y a una formación ganada a pulso, ocupó puestos de relevancia en la sociedad giennense de la Restauración.  Fue socio fundador del Tiro Nacional, directivo de la Cruz Roja, presidente del Casino de Artesanos, miembro de la Junta Provincial de Turismo y vocal del Patronato Nacional de Turismo, directivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y miembro de la Asociación de la Prensa de Jaén que presidió en 1926 y 1935; fue asimismo alcalde de Jaén en 1916, presidente de la Diputación en 1929 y gobernador de la Santa Capilla en 1922-1923. Militó en el Partido Conservador y, llegado el momento, apoyó la dictadura de Primo de Rivera, etapa en la que, como he indicado, fue nombrado presidente de la Diputación Provincial y, durante un breve período, en 1927, componente de la Asamblea Nacional. Durante la II República, cuando vinieron tiempos difíciles,  mantuvo sus convicciones monárquicas y fue seguidor de José Calvo Sotelo. 

Contó con muchos amigos, participó en innumerables banquetes, homenajes y saraos, viajó con frecuencia a Granada y Madrid y tuvo, asimismo, aficiones literarias y firmaba sus artículos con el pseudónimo de Asmodeo. Representó lo mejor de la alegría de vivir de la Restauración. Francisco Villaespesa le dedicó un poema, decadente y un poco macabro, titulado ‘Presentimiento’ que comenzaba: Ya pronto moriré, tiembla mi pecho / como agónica lámpara la vida./ Cuando mi cuerpo rígido se hiele / y se vidrie el cristal de mis pupilas,/ cubre mi rostro con aquel pañuelo /- blanco sudario de pasadas dichas-/ Que enjugó tantas veces nuestras lágrimas / en la noche fatal de mi partida”. Dios sabe lo que pasaría por la cabeza de don Alfonso, al que imagino tan jovial, cuando recordase versos tan agoreros. Quizás, de vuelta a su casa, por las calles de aquel Jaén de los años veinte y treinta, al caer la tarde o ya de noche cerrada, cavilaba resignado sobre este trago que a todos nos aguarda. Murió en 1935.

(Ángel Aponte Marín, Siempre, Santa Capilla de San Andrés, núm. 20, marzo de 2024)


DON ALONSO VÉLEZ ANAYA Y MENDOZA

  Nació en Castillo de Locubín en noviembre de 1588. Era hijo de don Alonso Vélez de Mendoza y de doña María de Aranda y Medrano. Por parte ...