miércoles, 15 de junio de 2022

JOSÉ MARÍA DE CUÉLLAR: AFRANCESADO Y LIBERAL.

 Don José María de Cuéllar fue gobernador de la Santa Capilla de San Andrés durante un breve período, entre 1845 y 1846. Conocemos distintos aspectos de su vida gracias a las investigaciones de don Isidoro Lara Martín-Portugués, don Manuel López Pérez y don Miguel Moreno Jara. Nuestro personaje nació en Montilla en 1766. Vivió, como todos los de su generación, años muy turbulentos y recorrió caminos desafortunados y quizás no elegidos. Acabó sus estudios de Derecho, fue alcalde mayor en Castellón y después accedió al corregimiento de Toro, cargo que ejercía en mayo de 1808. Al iniciarse la guerra contra Napoleón, don José María se trasladó a Madrid para pasar después a Sevilla donde se puso a las órdenes de la Junta Central. Desde allí, volvió a su villa natal. A finales de  1809, los franceses, según declaró años después, lo obligaron a aceptar el cargo de corregidor de Montilla. Ya comprometido con la causa josefina, fue destinado a Jaén como miembro de la Junta Criminal de la que también formaron parte el conde de Cazalla y don Juan Nepomuceno Lozano. No era un puesto cualquiera el endosado a don José María pues obligaba a reprimir cualquier acto de resistencia o desafección hacia la ocupación francesa. Al terminar la guerra, don José María de Cuéllar fue acusado de afrancesado y sometido a los habituales procesos de purificación y demás inquisiciones. A pesar de todo, en esos años posteriores al final de la guerra, contó con cierto reconocimiento de las élites giennenses como lo prueba su condición de segundo secretario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País que era, a fin de cuentas, un club formado por personajes de la nobleza local y de la burguesía de fuste. En honor a la verdad, no fue el único notable de la ciudad que había templado gaitas con los franceses para, según decían con razón o sin ella, atenuar los rigores de su ocupación militar. 


La situación de don José María, a pesar de todo y durante mucho tiempo, no fue ni cómoda ni segura y tuvo que ver con buenos ojos el retorno de los constitucionales en 1820. Ya con los liberales en el poder, sentó plaza en la Sociedad Patriótica de Jaén, fue nombrado síndico por el Ayuntamiento y colaboró en la constitución de ayuntamientos constitucionales en la provincia. Fue entonces cuando solicitó a las Cortes su rehabilitación y que se pasase página respecto a su pasado pues, además, necesitaba allanar ciertos obstáculos para su ejercicio profesional. No acabaron aquí, sin embargo, sus enojos y achaques políticos ya que, con el retorno de los absolutistas en 1823, a su historial de viejo afrancesado se le añadió su conducta de liberal exaltado. Fue llamado a capítulo por los realistas airados que gobernaban el Cabildo municipal de Jaén y le pidieron cuentas de sus fervores liberales. Por don Isidoro Lara sabemos que don José María alegó que sus actuaciones siempre trataron de suavizar “la malignidad de sus individuos dirigida a perturbar y afligir con sus providencias a determinadas personas de honradez y buenos sentimientos de esta capital”. Respecto a la salida de Riego afirmó, con cierto exceso retórico,  que “el dolor se convirtió en gozo, las lágrimas en placer, y vimos correr a las tropas de Riego y desalojar nuestro suelo perseguidas por franceses y españoles en diferentes direcciones; Jaén respiró entonces de su congoja y la dulce paz se restituyó a sus hogares”. Eran argumentos parecidos a los que debió de recurrir en 1814. En fin, como dejó escrito Galdós: “había que volver al redil, echar tierra a lo pasado y conducirse como si nada hubiese sucedido; hacer pedazos la nueva casaca, cuidando de esconder estos donde nadie los viese y meter el cuerpo en la antigua”. ¿Cómo valorar la trayectoria de don José María de Cuéllar?. Quizás fuese hombre ambicioso o que, sencillamente, no supiese decir que no. También es posible que tuviera una irrefrenable facilidad para comprometerse en aventuras políticas. Sus escritos demuestran una sincera preocupación por la educación popular y por el carácter regenerador de la cultura, todo dentro de la herencia ilustrada que afrancesados y liberales compartieron. Don José María de Cuéllar vivió discretamente sus últimos años. En noviembre de 1845 fue elegido para la honrosa tarea de ser  gobernador de la Santa Capilla. Poco tiempo le concedió Dios para tal ejercicio pues murió el 13 de enero de 1846.


(Ángel Aponte Marín, publicado en Siempre, Santa Capilla de San Andrés, Jaén, 6, 2021.)



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