lunes, 25 de julio de 2016

NIEVE EN VERANO (1730)

La nieve era abasto obligado y de primera necesidad. La afición a enfriar las bebidas era muy del gusto de los españoles. Este hábito originaba apasionadas controversias médicas. El Concejo de Jaén mostraba un indiscutible desvelo para que la nieve no faltase en alhóndigas, casas particulares y botillerías, por lo que controlaba su precio y comercialización. Se consideraba una mercancía de primera necesidad y de universal consumo. El 24 de julio de 1730, el Cabildo municipal consideró la oferta de Francisco Muñoz, vecino de Jaén, que se comprometía a suministrar nieve a los vecinos entre inicios de mayo y el cuatro de octubre. El precio sería de cuatro maravedíes por libra hasta finales de julio y de seis desde esa fecha al final de la temporada, ya entrado el otoño. El aumento de precio venía motivado por la disminución de las reservas de nieve a medida que arreciaban los colares. Muñoz tenía la fineza de rebajar el precio de la nieve al estado eclesiástico de seis a cinco maravedíes. Bueno, no era sólo fineza sino también obligación, dadas las franquicias y exenciones del clero. Al Cabildo, con todo, le parecían altos los precios y no se decidía por autorizar dicho asiento. La nieve era transportada a lomos de caballerías desde los pozos y neverales que había en Sierra Mágina y otras alturas giennenses.

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